El poder de las encuestas
Las encuestas no solo tienen una gran influencia en la opinión pública nacional, sino también en el ámbito externo, en gobiernos, organismos internacionales, instituciones de crédito e inversiones.
Aquí una historia sobre ese inmenso poder.
En 1990 fui nombrado director de la Oficina de la OEA en Venezuela, cargo que ejercí sin ninguna complicación hasta el autogolpe del 5 de abril de 1992.
En esa oportunidad consideré mi deber denunciar ese episodio ante la prensa venezolana, porque el autogolpe no solo violaba la Constitución del Perú, sino principios democráticos establecidos en la carta constitutiva de la OEA, que debían respetar los Estados miembros.
A la prensa informé que el Gobierno (de facto) había clausurado el Congreso de la República, allanado locales partidarios, detenido políticos y sindicalistas, incluyendo un asalto militar a la casa del presidente Alan García.
Para contrarrestar mi opinión, el Gobierno envió un embajador a Washington exigiendo al secretario general de la OEA que me destituyan del cargo y remitieron tres oficios, fechados en abril, mayo y junio de 1992, reiterando que me cesen. Esos documentos fueron firmados por los entonces cancilleres Augusto Blacker Miller y Óscar de la Puente Raygada y los tengo en mis archivos, así como también los informes del Servicio de Inteligencia, material que en su momento haré público.
No me doblegaron. No callé. Por ello tengo el honor de decir que he sido el primer funcionario internacional cesado por defender los principios democráticos consagrados por la OEA. Pero –apunto– no odio, no aliento represiones contra el fujimorismo ni festejo el vejatorio ensañamiento contra su lideresa, a diferencia de otras personas que trabajaron diligentemente y muy bien remuneradas para ese régimen y no dijeron una sola palabra de protesta.
En los medios que me entrevistaron, los periodistas de alguna manera justificaban el autogolpe mostrando las encuestas peruanas, donde un abrumador 87 % de ciudadanos respaldaba la ruptura del orden constitucional y una cifra similar apoyaba el cierre del Congreso.
En esos días turbulentos me convocó el presidente Carlos Andrés Pérez a Palacio de Miraflores.
Después de escucharme, llamó por teléfono abierto a los presidentes de Bolivia y Ecuador, Paz Zamora y Rodrigo Borja respectivamente, a quienes demandó coordinar diplomáticamente para desconocer al régimen de Fujimori y para hacer lo mismo en la OEA.
Escuché el diálogo, que narraré al detalle en otro artículo. Solo adelanto que Carlos Andrés Pérez no logró su propósito, fracasó, porque ambos mandatarios se opusieron a respaldarlo sosteniendo que las encuestas de opinión que enviaron sus embajadores en Lima respaldaban el quiebre del orden constitucional. Es verdad, aunque usted no lo crea: las encuestas fueron determinantes para consolidar un acto insurreccional no solo en el país sino ante la comunidad internacional. No olvidemos esa historia, para que no se repita.