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El Poder Ejecutivo como botín

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Fecha Publicación: 10/01/2022 - 22:58
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Transcurridos poco más de cinco meses, queda claro el modo impropio, muy cercano al gansteril, con que el gobierno de Pedro Castillo viene administrando el país.

Comenzando por el hecho que el citado tiene la desfachatez de negarse a dar entrevistas a la prensa para que ésta, libremente, como en cualquier país civilizado, pueda hacerle las preguntas que corresponden a la transparencia y rendición de cuentas a que está obligado un gobernante.

La cereza de ese pastel indigerible es que el omiso no solo no enmienda su inconducta sino que hasta pretende pasar a la ofensiva alegando ser “silenciado” por la prensa que él se niega a afrontrar. Evidente muestra de baja calidad moral, además de la intelectual, que exhibe el gobernante.

A propósito de capacidad intelectual y de nivel de instrucción de P. Castillo, porque ahí estaría la razón del rehuir a la prensa, merece una mención especial la necesidad de que se investigue (sea por la fiscalía de turno de prevención del delito o la Sunedu) la legitimidad y validez de los grados académicos de bachiller y de maestro de los que aquel presume en su hoja de vida y que, es evidente, no son consistentes con la escasa, sino nula capacidad intelectual y formativa que muestra cada día. Y no se trata de problemas derivados de tener lengua materna distinta al castellano, pues probado está que el “prosor” no habla otra lengua, menos el quechua o alguna lengua nativa peruana.

Bajo el paraguas de la falta de transparencia y de rendición de cuentas, se ha convertido la administración pública que integra el Poder Ejecutivo en deficiente agencia de empleos para el círculo amical y político de quien debería ser el primer servidor del Estado y no servirse de él. Digo deficiente agencia de empleos pues no se vincula mano de obra idónea con una oportunidad de empleo existente, sino que se genera arbitraria y privilegiadamente para los allegados al poder oportunidades de empleo acomodando los requisitos del puesto, sobre todo tratándose de cargos de confianza, para calzar a la fuerza en ellos a gente falta de preparación, capacidad y experiencia, que resulta inmerecidamente empleada y remunerada, con daño a la eficacia y eficiencia estatales.

Realmente nauseabundo, además, que súbitos casanovas usen cargos ministeriales para lograrse favores y hagan que el Estado financie sus transitorios “éxitos” carnales en lugar de retribuir con su abultada remuneración los favores de mujeres u hombres que penosamente creen hacer “carrera” en la administración pública aflojándose falda o pantalón.

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