El poeta de Lima
El poeta de Lima es el que había nacido en el Altiplano pero vivió en la antigua Parada. Tenía un nombre cortesano y pasó por aquí en su trágica ruta al hospital de Navacerrada en donde murió de tuberculosis. Es el que crucificó a su amada “entre los dos maderos curvados de mi beso.” El que hizo famoso el Palais Concert. El que, a sus veinte años, ingresó por propia voluntad a un manicomio y no salió de él sino cincuenta años después, cuerdo y luminoso. Es el que le cantaba desde muy lejos: Acuérdate Hermelinda, acuérdate de mí y luego al llegar la reconocía de inmediato “en el óxido de todas las ventanas,/ en los mástiles rotos,/ en las ruedas inmóviles,/ en el aire color rojo ladrillo.”
El poeta de Lima es el enamorado de Maricel, de Evelina, de María Rosa y de tantas otras que, como su cielo gris, desaparecieron lentamente sin dejar rastro. Es el que juega ajedrez y escribió estos versos entrañables: “Es este tu país, /porque si tuvieras que hacerlo, /lo elegirías de nuevo/ para construir aquí/ todos tus sueños.” El discreto y apacible que miraba a sus paisanos inmigrantes y decía: “Ahora nosotros/ ninguno doctor o notable/ en el corazón de modestas tribus,/ la tribu de los relojeros/ la más triste de los empleados públicos…/ de vez en cuando nos ponemos trágicos y nos preguntamos por la muerte.”
El poeta de Lima es el que perdió su sombra en un incendio y aún la busca entre los escombros. El que se para frente a los acantilados, no para ver el mar, sino para verse a sí mismo y acaso descubrir que vive en una ciudad que se le parece como una gota a otra gota de agua. El que aprendió a comprender lo que significa descender de esclavos y virreyes. Es el que para celebrar su recuperación de la tristeza se marchó a Buenos Aires y allí, sin mediar palabra, se arrojó a la ruedas de un tren. El que se fue a París y hasta ahora no vuelve. El que se quedó dormido en la plazuela de San Francisco, simplemente porque tenía unas infinitas ganas de descansar.
El poeta de Lima es el que escribió En los extramuros del mundo, su mundo, nuestro mundo de aquellos años turbulentos. El que hace algo más de un mes murió y le siguió a su hermano, el dioscuro inmóvil, a cuyo fraternal cuidado dedicó tantos años. El que toda su vida estuvo enamorado de Marylin Monroe. El que toda su vida estuvo enamorado de la Virgen María. El que acaba de escribir un verso que jamás será conocido. El que está como el Rímac, casi siempre seco, pero en los veranos del alma corre por un torrente desbocado y fiel.
El poeta de Lima es el que parado en un pórtico de Magdalena a las 6 de la tarde repetía borracho: Lima tiene muy hermosos crepúsculos, por ejemplo yo…
Jorge.alania@gmail.com
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