El populismo daña la democracia
Las últimas declaraciones de Julio Velarde, presidente del Banco Central de Reserva, al referirse al cálculo del crecimiento económico del presente año y su proyección para el 2025, nos deben llamar a la reflexión cuando, frente a las cifras ciertamente optimistas pero reales, nos muestra un panorama que obliga a las autoridades gubernamentales a actuar con criterio responsable y mucha ponderación.
Pues, según el análisis de los que saben de economía, como es el caso del Sr. Velarde, el anunciado incremento del sueldo mínimo vital “suena bien al oído”, pero sus efectos en el crecimiento económico pueden verse afectados; razón por la cual, el titular del BCR la califica como una medida populista.
En ese sentido, hay que recordar que el populismo siempre está presente en la forma de cómo se actúa en política con relación a los que forman parte de los órganos estatales, y el uso de anuncios de ofertas a la población que, a pesar de que no puedan ejecutarse por cuanto las condiciones no están dadas, se logra convencer a un importante sector de la ciudadanía de que “hay muchas buenas intenciones” y/o también, cuando se entregan a un determinado sector social pequeños bienes, con la intención de satisfacer algunas necesidades prioritarias mínimas.
Esta forma de actuar en las campañas eleccionarias o en el ejercicio del poder político es lo que se conoce como populismo, el cual no tiene una determinada inspiración ideológica; pues, la usan los de la “izquierda” y los de la “derecha”.
En el Perú hemos tenido variadas experiencias que nos permiten darnos cuenta del porqué debe ser un asunto de preocupación permanente; pues, los anuncios o propuestas populistas terminan por ser parte del contenido de los discursos que se escuchan, tanto de los integrantes del órgano Ejecutivo como del Legislativo, cuando las propuestas “románticas” e “ilusas” son las que más destacan.
Los ofrecimientos populistas, por parte de los que detentan el poder, se usan generalmente en las situaciones extremas de legitimidad; es decir, cuando se tiene gran aceptación popular (para mantenerla o incrementarla) o cuando el nivel de popularidad está por los suelos (para ver la posibilidad de recuperar la credibilidad). Lo cual significa que el populismo es un instrumento que sirve para manejar el poder.
En ese sentido, si el populismo es únicamente un medio para inducir o motivar a la población para actuar en política, la democracia, no sólo como forma de gobierno sino como forma de vida política, puede verse dañada; generando una reacción del sector ciudadano inspirado en factores motivacionales, sin contenido o posibilidades de realización.
Para decirlo con palabras sencillas y precisas: al pueblo no se le puede seguir engañando permanentemente. La democracia necesita que el común de las personas esté suficientemente bien informado y que las decisiones que tomen, especialmente en el ámbito electoral, sean el resultado de haber conocido los antecedentes del candidato al cual le otorgan su voto, y de conocer con exactitud las propuestas que hace la organización política con su programa de gobierno, y que, se supone, se compromete a cumplir y/o ejecutar de llegar a hacerse cargo de la administración del Estado.
Los sistemas democráticos pueden funcionar mejor y desarrollarse en el camino, cuando están más lejos del populismo, el cual carcome su funcionamiento, haciéndola un cúmulo de promesas incumplidas e irreales, motivo por el cual, la democracia no debe ser solo representativa, sino participativa, para que, con mayor continuidad y efectividad, la ciudadanía pueda participar en forma directa en la toma de decisiones políticas, orientando a que la democracia pueda así lograr institucionalizarse.
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