El presidente más peligroso es aquel que tiene miedo
Dina Boluarte no llegará al 2026 acompañada por el susto y el sobresalto. Las decisiones del país no pueden estar condicionadas a ese sentimiento intimidante, en especial cuando enfrentamos crisis de toda índole. La reciente salida de cuatro ministros, entre los que destaca Óscar Becerra, ha sido fruto de una evidente negociación con sus verdugos, los caviares, aquellos que la amenazan y avalan a los dictadorzuelos como AMLO y Petro, que se niegan a reconocer la legitimidad de su gobierno.
Pone en juego uno de los sectores más críticos del país, por creer que salva su cuello. Acaso no sabe bien que los caviares son como los países, que no tienen amigos sino intereses y que traicionan por acción u omisión sin que les tiemble un músculo, salvo que les toquen aquel que más les duele: el bolsillo.
Becerra hablaba claro, exactamente lo que necesitábamos para limpiar la precaria educación pública peruana de comunistas y caviares y recuperar un presupuesto que siempre debió estar destinado a mejorar la educación y no dar de comer a demasiadas aves de rapiña.
Resulta inaceptable que un alumno cualquiera pueda confundir la imagen de Miguel Grau con Abimael Guzmán o no tenga clarísimo que el terrorismo es uno de los capítulos más nefastos de la historia del Perú. Hay que seguir revisando los libros de texto y hacer evaluaciones permanentes a los profesores. Nadie tiene comprado su puesto y Becerra no se iba a dejar amenazar por ningún sindicato. Estoy segura que al mejor estilo de Margaret Thatcher hubiera doblegado cualquier eventual huelga, pero desafortunadamente ya lo perdimos. Imperdonable, señora Boluarte.
Más inexcusable aún, tomarle juramento en la cartera de Justicia a un posible implicado en el caso de los Cuellos Blancos. Sabemos que los ministros son los fusibles del Gobierno pero no se puede abusar y menos designar a alguien con una mochila tan pesada. Un breve análisis de la trayectoria de Maurate hubiera alertado respecto al tema inmediatamente.
Todos protegemos al Gobierno porque el futuro político es lo más incierto que existe en el Perú pero no se puede permitir que se repita la mala práctica de Castillo. Un permanente cambio de ministros entorpece cualquier gestión. Salvo causas de fuerza mayor, deberían durar mínimo dos años.
Discrepo absolutamente de Juan Sheput cuando califica de excelente al gobierno del exprófugo Alejandro Toledo (Correo 23/04/2023) y evalúa la posibilidad de reconstituir Perú Posible. Muchos pensarán ¿qué va a decir si fue fundador del partido, ministro de Trabajo y consejero presidencial? Podría reconocer errores y negar la posibilidad de restablecer un partido presuntamente inscrito con firmas falsas y cuyo líder podría morir en la cárcel no como un perseguido sino como un vil delincuente. No hay muertos en política, pero este partido debería ser la excepción que confirma la regla
Un poco de sindéresis, señor Sheput. Recuerde que Toledo hubiera sido vacado si el hoy 'Fosforito' Waisman hubiera tenido un mínimo de capacidad para reemplazarlo. A pesar de haber tenido buenos ministros, tomó pésimas decisiones. Siguió la política terruco-complaciente de su antecesor, pues durante su gobierno también hubo indultos a terroristas y se redujeron las penas. El proceso de descentralización iniciado en el 2002 es un desastre. Se quedó en la primera etapa, limitándose a replicar los departamentos y crear reyezuelos regionales que montaron una costosa infraestructura estatal que solo incrementó el gasto corriente.
La idea era crear regiones con un mínimo poblacional de cinco millones de habitantes, fusionando departamentos contiguos geográficamente, para generar sinergias económicas y aminorar la dispersión poblacional.
No es un capítulo cerrado, la descentralización hay que corregirla, así haya muertos y heridos en el camino. El Congreso tiene la palabra.
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