El pueblo está cordialmente obligado
Entre los temas de la reforma política que propone el gobierno, se encuentra una que plantea que los procesos de democracia interna de las organizaciones políticas se realicen a través de elecciones internas, abiertas, simultáneas y obligatorias para toda la ciudadanía.
Hoy, la Ley de Organizaciones Políticas señala que existen tres formas de elegir a sus representantes: 1) Elecciones con voto universal, libre, voluntario, igual, directo y secreto de los afiliados. 2) Elecciones a través de los delegados elegidos por los órganos partidarios conforme lo disponga el Estatuto. 3) Elecciones con voto universal, libre, voluntario, igual, directo y secreto de los afiliados y ciudadanos no afiliados.
En otras palabras, la propuesta del gobierno persigue que solo exista la tercera forma de elección, que a su vez implica que todo aquel que esté habilitado para ejercer el derecho al sufragio (militante de una agrupación o no) primero deberá participar en la elección de los precandidatos que representarán a una organización política (la que sea del “agrado” del ciudadano) y luego deberán volver a ejercer su derecho (obligación) al sufragio en el proceso electoral nacional o subnacional, según sea el caso.
Obligar al ciudadano a participar de las elecciones internas de las organizaciones políticas es un exceso y además no asegura en lo absoluto que con ello se obtengan mejores resultados de los que hoy tenemos.
Asimismo, hay que resaltar el hecho que la propuesta de reforma que se plantea no comulga con el sentir popular. Recordemos que, a fines de enero de este año, IPSOS publicó una encuesta cuyo resultado reveló que 7 de cada 10 peruanos está en contra de que se le obligue a ir a votar (“En la democracia el pueblo manda y la autoridad obedece” Vizcarra dixit).
Quizá desde una visión naif de las cosas, esta propuesta fortalecerá a los partidos políticos, empero, la realidad es muy distinta, pues con este tipo de reformas solo se agravará el sisma partidario generalizado que existe desde hace tiempo y ello no es bueno para nuestra democracia.
Si se llega a aprobar esta reforma sobre democracia interna, es altamente probable que los precandidatos que resulten elegidos sean aquellos que gracias a su “plata como cancha” movilizaron a cientos o miles de ciudadanos incautos que por diversas razones decidieron ofrecer su voto a un candidato que no conocen y que pertenece a un partido que, en el fondo, a ellos no les agrada o que ni siquiera sabían que existía. Lo mismo puede hacerse para perjudicar a potenciales rivales de otras tiendas políticas.
Hay mucho por debatir, pero la prisa por aprobar cualquier cosa parece ser lo sustantivo en este debate sobre reformas políticas.
P.D. Los otrora defensores del voto facultativo o voluntario, hoy están convenientemente mudos.