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¿El reemplazo de Antauro?

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Fecha Publicación: 04/10/2025 - 03:12
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A siete meses de las elecciones generales, las encuestas de intención de voto en Perú se están mostrando disímiles y cambiantes. Como ha ocurrido en otras partes del mundo, se han equivocado —ya sin sorpresa—. Arrojan datos contradictorios, tanto durante la etapa de la competencia electoral como en los resultados finales. Los “márgenes de error” parecen también moverse a discreción, subiendo o bajando a unos u otros. Esto está llevando a los electores a dudar de estas mediciones.

En el escenario peruano, por ejemplo, y con respecto al lado derecho del espectro político, algunas encuestas colocan primero a López Aliaga y después a Keiko Fujimori. Hasta hace poco, era la lideresa de Fuerza Popular quien encabezaba. Unas le dan a ambos más de un dígito de apoyo popular; otras parecen achicarlos al punto de mostrar “tendencia” a codearse con los candidatos enanos del 2 %. Mientras tanto, contra todo pronóstico, el hermano de Vizcarra aparece como un “retador potencial” dentro del archipiélago de “centristas”, donde Carlos Álvarez, César Acuña y otros también se mueve con ambigüedad.

¿Y qué hay con el lado izquierdo y extremo del eje político? Hasta ahora no aparece con contundencia el abanderado de este sector, aunque el congresista Guillermo Bermejo asoma en un sondeo reciente.

En diciembre del año pasado, explorábamos factores y riesgos sobre este candidato y la posibilidad de que pueda llenar el vacío dejado por el cabecilla antaurista.

Como es sabido, Antauro Humala —el fascista de izquierda— perdió la catapulta que lo lanzaría a la competencia presidencial. El partido que lo auspiciaba fue cancelado por un fallo histórico de la Corte Suprema, debido a su evidente naturaleza antidemocrática. Una peligrosa condición que, en su momento, al JNE de Salas Arenas no le importó en lo más mínimo, permitiendo su inscripción legal.

Ante este hecho, en diciembre del 2024, el titular de la Defensoría del Pueblo dijo que no debería excluirse a la organización proantaurista. Una total ingenuidad —o complicidad— con los enemigos de la frágil democracia liberal, que apuestan por la ventana táctica electoral para hacerse de espacios de poder progresivos. De ello hay múltiples ejemplos en Perú y en la región. No sorprendió, en realidad, esa posición viniendo del “defensor del pueblo” Josué Gutiérrez, un antiguo operador político de los cogobernantes Nadine Heredia y Ollanta Humala y, además, exabogado de Vladimir Cerrón.

No obstante, Antauro Humala aún tiene oxígeno político y podría ser invitado por otro grupo a candidatear o liderar una lista a senadores o diputados. Veremos si ocurre. La interrogante de ahora es, en todo caso, qué otras alternativas tiene la izquierda en su ruta extrema.

Una opción es el expremier de Castillo, Guido Bellido (para Aldo Mariátegui y sus fuentes, este sería la carta del G2 cubano y el “Gallo” Zamora, operando desde la embajada en Perú), con “potencial” en las incitadas regiones centrales y del sur. Otro era Aníbal Torres, quien apostaba a acopiar el apoyo que tuvo Castillo —sobre todo en la periferia capitalina—, pero el tren de las inscripciones presidenciales lo dejó en medio de las consecuencias penales por su participación en el autogolpe del 7D de 2022, que lo condiciona políticamente.

Aquí aparece Guillermo Bermejo, quien podría incluso sustituir u ocupar el espacio de un antaurismo bloqueado finalmente en su totalidad. El actual congresista —inmerso en investigaciones judicializadas por terrorismo y corrupción— inscribió en octubre su partido “Voces del Pueblo”, que dice enfocarse en la “transformación social” y la “lucha contra el narcotráfico”. La pregunta brota: ¿cómo un declarado extremista, que considera a los procedimientos democráticos como “pelotudeces”, puede tener una inscripción electoral vigente y posar como un “demócrata” competitivo? Estamos viendo, otra vez, a los actores antisistémicos penetrando, precisamente, el sistema para destruirlo vía sondeos lentos. El manual de este proceder —que desemboca en proyectos autoritarios y dictatoriales— es copioso. Lamentablemente, los sistemas políticos abiertos e inadvertidos no aprenden la lección ni se defienden a tiempo de las amenazas.

Bermejo llegó al Parlamento —donde se mueve como pez en el agua— en 2021, vía “Perú Libre”, con tan solo 8,241 votos en Lima Metropolitana. Ha sido acusado y es investigado por tener nexos con el narcosenderismo del VRAEM, junto a Bellido y Cerrón. En su momento, propuso expulsar a la DEAdel Perú (como lo ejecutaron planificadamente Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales) y se focalizó en impulsar una “ley de la coca” de inspiración boliviana, que explica en mucho el irreversible proceso de narcoestatización en el que ha terminado Bolivia. Bermejo, además, tiene probados y antiguos vínculos con el chavismo de exportación y la red de amenazas de la extrema izquierda en Latinoamérica. Es, pues, de fondo, un activista político e ideológico con elevado nivel de riesgo, incluso para la seguridad nacional.

Vale aquí una observación no menor: Bermejo no es un simple “radical”, como lo presenta la prensa. Es un extremista violento, contenido tan solo por las circunstancias y el cálculo eleccionario. La radicalización —que en estricto se despliega dentro del consenso democrático con posturas duras, aunque no necesariamente violentas— no es su proceder. Bermejo representa y activa, en realidad, una variante del extremismo ubicado fuera de los márgenes del consenso democrático. Es muy notorio, por ello, cómo en los últimos años ha sido tan hábil en infiltrarse en el sistema para subvertirlo. Le fue útil el discurso aparentemente “moderado”. Se le ha visto hace poco posando con un cartel de “Terrorismo Nunca Más”, aunque de hecho le sería imposible reconocer que hoy, por ejemplo, en Cuba, Venezuela y Nicaragua actúan brutales formas de terrorismo de Estado. Que no haya duda de que su entorno mantiene los afanes subterráneos por seguir incubando conflictos violentos y polarizantes como forma de hacer política (les es fácil infiltrar, igual que el Movadef y otros, las marchas de los grupos menores que dicen “representar” al total de la “Generación Z”). Esos esfuerzos organizados pueden incluso, tácticamente, aceptar que la opción presidencial es difícil de lograr —como Castillo lo hizo—, pero les bastaría ocupar la mayor cantidad de asientos parlamentarios posibles. Así, el relanzado sistemabicameralidad les da la chance de mantener y ampliar espacios desde donde impulsar mayores objetivos ideológicos antiliberales en todos los terrenos: políticos, sociales y económicos. Esa labor se duplica en alcanzables gobiernos regionales y municipales. Mientras, en el frente externo, la apuesta que tienen es, obviamente, en pro de tiranías regionales como la cubana, venezolana y nicaragüense, aupadas por las estrategias geopolíticas chinas, rusas e iraníes, desarrollándose en esta parte del continente.

A estas alturas no han faltado quienes señalan —subestimando riesgos y peligros— que “no hay que preocuparse”, que estas fuerzas “no tienen cómo avanzar”. En 2021 se escuchó lo mismo, y Perú llegó a tener al senderismo reciclado del Movadef con un pie en Palacio de Gobierno.

Debe recordarse que, luego del autogolpe frustrado de Castillo de hace casi tres años, un 33 % de encuestados respaldó el acto antidemocrático (Ipsos, diciembre 2022). Es decir, uno de cada tres peruanos. Solo ese porcentaje, junto a un discurso relanzado, podría darle a Bermejo y asociados cierta tracción que no debe desestimarse. Tiene, pues, de dónde cosechar. Más cuando al frente se tiene a los sectores de centro y derecha prosistémicosen ataques incesantes y resistentes a formar consensos y coaliciones, con el riesgo de terminar instalando una imprudente, caprichosa e irreversible fragmentación.

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