El retorno de mamá
Al pie de la pared de la casa del pueblo, la casa de mamá, la vida sigue floreciendo como en las mejores primaveras. Apenas la alborada irradia sus primeros suspiros, el añejo árbol del jardín esboza la más presumida de sus sonrisas anunciando la llegada de un nuevo día. Así transcurren días y noches, distintos, difíciles, aunque sabemos que el jardín se ha mudado a los campos celestiales y la más preciada de las flores esté ausente, el perfume de mamá permanece intacto, en cada rinconcito de la casa, a prueba del tiempo, a prueba del olvido.
La partida de mamá sucedió hace ya un año, como si hubiera sido ayer o apenas hace un instante: el dolor sigue intenso y su ausencia cada día se agiganta. Pero su recuerdo es inconmensurable y está ahí para vencer toda oscuridad, para vencer a esta terca tiniebla que busca envolvernos en su laberinto de dolor. La muerte siempre busca enredarnos entre sus garras, busca imponerse y eternizar las horas difíciles. A pesar de ello solo será una pasajera sensación, porque entendemos y aceptamos, sin estar de acuerdo, que debe ser una intención deliberada de un ser supremo. Y por más que sus garfas se esparzan y se oculten al interior de la vida, así esconda su poderío o venga disfrazada, siempre buscará darnos la estocada final con saña, ventaja y alevosía y tratará de imponerse como invencible. Es ahí que la figura de mamá se presenta con sus recuerdos, llena de fortaleza, llena de energía, llena de fuerza, llena de esperanza, llena de vida, porque una madre es vida.
A pesar de las penas siempre habrá motivos para celebrar el retorno de mamá, porque mamá siempre atesora un corazón gigante y sus manos irradian inexplicables fuerzas para esculpir, segundo a segundo, el amor verdadero. De mamá aprendimos a entender que la muerte es inexcusable. Ella con su fortaleza supo mantenerse firme y estoica ante la partida de su propia madre, de papá y, sin saberlo, también de su hijo. Ella supo inculcarnos lo que hacen todas las madres: no abandonar nunca a los suyos. Por eso están presentes en todas las circunstancias. Su sacrificio trasciende lo terrenal, su amor por su familia, por los suyos, no tiene límites y vuelven siempre a su hogar a pesar de haber partido a la eternidad. Es hora pues de entender que una madre, apenas unos segundos después de haber partido ya está de vuelta: una madre no se va.
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