El retorno del absolutismo
La democracia representativa evoluciona desde la Edad Media a partir de la presencia de delegados plebeyos en los parlamentos de los reinos europeos, participando en la ratificación de edictos reales que crean o aumentan impuestos. En la Edad Moderna crecen desmesuradamente los gastos del gobierno, siendo necesario corromper a los delegados para que voten a favor y, finalmente, se opta por no convocar a los parlamentos, justificando el absolutismo con las doctrinas religiosas predominantes de la época. Salvo en Inglaterra, recién en la Edad Contemporánea las clases medias asaltan y lideran los espacios de poder a través de asambleas representativas permanentes.
Pero el pensamiento absolutista también evolucionó y resurgió con el socialismo científico de Marx y Engels, cuya ideología no se dirigía a las clases medias sino a los numerosos obreros a quienes la Revolución Industrial había dado trabajo, pero en condiciones deplorables. Ese pensamiento se bifurca en Rusia, entre internacionalistas como Lenin y nacionalistas como Trubetskoi. Ellos tienen en común la aversión por la democracia representativa y el liberalismo político, defienden la idea de un Estado todopoderoso que centralice las decisiones políticas y económicas; obviamente, eso solo se lograría “deconstruyendo” al ciudadano, apartándolo de los valores familiares, cívicos y religiosos, decididamente opuestos a los dogmas de partido único destinado a construir la nueva sociedad.
Derrotado el leninismo, Rusia entra en un caos profundo, pues la sociedad que estaba liderada por la mano omnipresente del Estado, súbitamente, pierde toda dirección. Cuando Putin toma el poder, interpreta correctamente las necesidades de la sociedad rusa, donde ya no existen clases sociales delimitadas sino pobreza generalizada; los pobladores, acostumbrados a que el Estado les provea comida, vivienda y una mísera pero segura remuneración, reclaman una autoridad que imponga orden. En el poder desde 1999, sabe que los rusos necesitan sentir el orgullo de volver a ser potencia mundial; para eso, usa el nacionalismo exacerbado que aporta Alexandr Duguin, miembro de la coalición gubernamental rusa.
Así como Mussolini evocó la Roma Imperial, Hitler la Gran Alemania, y Milosevic la Gran Serbia, Putin sustenta su poder en la idea de una Rusia poderosa que incorpore no solo a Ucrania, sino también a Bielorrusia, Moldavia, Georgia y parte de Hungría. Sabe que Europa y USA son sus enemigos naturales, por eso ha tratado de corromper a sus élites con negocios turbios, además de venderles gas y petróleo barato. Churchill y Reagan lo tenían claro, el absolutismo aprovecha la debilidad humana y utiliza distintos esquemas ideológicos, pero será siempre el mismo, obsesionado por concentrar el poder y suprimir la libertad.
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