El rol de la ONU y de la OEA en el caso de Venezuela
La Organización de las Naciones Unidas – ONU y la Organización de los Estados Americanos – OEA, son sujetos del Derecho Internacional, o sea, tienen vida jurídica propia, con derechos y deberes, como los Estados. Son organizaciones, y no organismos, como se las confunde, siendo que estos últimos dependen de las primeras. La ONU y la OEA no están subordinadas a ninguna organización; su existencia está en manos de los propios Estados que las crearon; en cambio, la FAO, la UNESCO, etc., son organismos que dependen de la ONU. Ambas organizaciones son foros políticos por antonomasia. La ONU es de alcance universal -la integran los 193 Estados del planeta-, y la OEA, tiene cobertura continental y la componen los 35 Estados de las Américas. Veamos su rol, recientemente cuestionado, en el caso de Venezuela. En efecto, de un lado, mientras que en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas -con sede en Ginebra- se acaba de espectar un fuego cruzado entre las delegaciones diplomáticas de Argentina y Venezuela, a la luz de los recientes sucesos en la embajada argentina en Caracas, hasta donde lograron ingresar opositores al régimen dictatorial de Nicolás Maduro, con un serio cuestionamiento bonaerense de la membresía de Venezuela en el referido Consejo de Derechos Humanos a sabiendas que en este país se viene produciendo una flagrante y sistemática violación de derechos humanos -el dictador ha sido denunciado ante la Corte Penal Internacional-, de otro, en la OEA, durante la primera sesión plenaria de su 55 Asamblea General, en Antigua y Barbuda, el subsecretario de Estado estadounidense, Christopher Landau, no ocultó su queja por la inacción de la OEA ante el fraude cometido en Venezuela, en las elecciones de julio de 2024, preguntando, casi a tono de epitafio, “¿Qué ha hecho esta organización en respuesta a este descarado fraude electoral?. Hasta donde sabemos, nada sustancial”. Landau ha expresado lo que el presidente Donald Trump quería que se diga. Los cuestionamientos han llevado a lanzar la idea de la prescindencia de la OEA, y sobre esto último, no estoy de acuerdo. No digo que Washington haya decidido hacerlo y tampoco creo que lo haga, pero me preocupa que corra como pólvora esa posibilidad porque debilita al foro. Debemos defender la vigencia de la OEA, pero realizando una completa reingeniería de sus entrañas como institución panamericana, comenzando por su sistema interamericano de derechos humanos, que los componen la Corte y la Comisión, dominadas por el sesgo ideológico. La OEA es fundamental para el continente y debe servir a la pervivencia y la solidaridad entre las Naciones del hemisferio. La ONU debe ser conservada, de lo contrario, la comunidad internacional terminará anarquizada, pero debe ser librada del progresismo mundial. La indiferencia de la OEA o la inmutabilidad de la ONU, en el caso de Venezuela, las merma y las desprestigia. Los Estados de la ONU y de la OEA, como el Perú, deberían marcar el cambio que estas organizaciones merecen. Mucho statu quo. Política internacional peruana de Estado para hacerlo.
Miguel Ángel Rodríguez Mackay
(*) Excanciller del Perú e Internacionalista
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