El rol histórico del único papa peruano
Hace una semana fue electo el nuevo Papa en Roma. Un norteamericano de nacimiento, Robert Prevost, tomó el nombre de León XIV, pero sorprendió al mundo con su doble nacionalidad. ¡Es peruano! Su obispado requería que tuviese el Documento Nacional de Identidad del territorio nacional donde vivió más de dos décadas como religioso.
Lo cierto es que, más allá de la emoción por el Papa peruano en el Vaticano, su elección nos obliga a preguntarnos qué significa tenerlo allí, en especial cuando su primer balconazo en Plaza San Pedro sirvió para enviar saludos a su diócesis de Chiclayo en el Perú —en perfecto español. PromPerú, por cierto, debe haber visto la luz divina en ese momento. León XIV logró lo que sus estrategias de marketing en 30 años no lograron: poner al Perú en los ojos del mundo como destino confiable. ¡El Papa confía en su gente!
Su elección, por ello, debe ser vista con una perspectiva de Estado. Algo que aprendí estudiando Sociología de las Religiones es que, si bien las creencias sostienen los cimientos culturales de las sociedades modernas, las organizaciones religiosas se comportan como toda institución. Los juegos del poder y la economía no les son ajenos.
¿Debe visitarlo la presidenta Boluarte al Vaticano? ¿Podrá el nuevo Papa fortalecer la identidad peruana? ¿Qué posición estratégica tendrá frente al nuevo orden mundial que dibuja la guerra arancelaria entre China y Estados Unidos de Norteamérica? ¿Será conservador o progresista? ¿Será quien requiere el catolicismo para que su Iglesia sea sostenible? Muchas preguntas para las que no tenemos respuestas…
Pero lo interesante es que esta elección nos genera preguntas que antes no nos hacíamos como peruanos. Jamás tuvimos a un ciudadano peruano convertido en líder religioso a nivel mundial. Ese es el principal aporte que León XIV tendrá para el Perú. Será un motivo de orgullo que los peruanos debemos aprovechar si queremos potenciar al país en el mundo.
Si la presidenta Boluarte quiere visitarlo, no debe hacerlo simplemente como una visita protocolar. Debe llevar una agenda país de internacionalización a través de una alianza estratégica con el Estado Vaticano. Prevost se siente comprometido con el país. Eso está claro. No es casual que haya nombrado secretario personal a un chiclayano (peruano). Por ello, debemos convertir esa relación en un plan de acción que nos ponga en el centro del mundo. Invitémoslo a visitar Perú como uno de sus primeros destinos. Enviemos delegaciones de peruanos jóvenes. No solo religiosos. De todas las sangres. Prevost sabrá leer estos gestos de manera adecuada.
No estamos únicamente frente al nuevo Papa, sino ante un líder de Estado que requiere implementar acciones sociológicas, económicas, políticas y religiosas con ese Perú al cual parece amar en lo más profundo de su corazón.
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