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El serrano y la fractura histórica peruana

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Fecha Publicación: 24/09/2025 - 21:50
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Vimos por las redes como una jovencita se expresó despectivamente de otros viajeros, como ella, en el Metropolitano, llamándolos “todos son unos serranos”, “serranos son y serranos morirán”, “todos son serranos, todas las vicuñas, las llamas y las alpacas”. Este penoso episodio me recuerda a otro similar que abordé anteriormente en mi columna de Expreso intitulada “El racismo no permite la unidad y el desarrollo de los peruanos” (https://www.expreso.com.pe/opinion/el-racismo-no-permite-la-unidad-y-el-desarrollo-de-los-peruanos/#google_vignette”), y en que dije: “No faltaron quienes, más allá de las indiscutibles falencias políticas del expresidente de la República, Pedro Castillo, me llegaron a preguntar por qué había sido canciller de un “presidente cholo o serrano”. El termino serrano lo trajeron los españoles y aunque utilizado por los peninsulares de manera peyorativa hacia los indígenas, lo fue de manera dominantemente despectiva por los criollos, es decir, sus hijos nacidos en América. Durante el virreinato el rechazo racial hacia los indígenas fue acrecentado, y los primeros que aprendieron de los criollos a cholear o serranear a nuestros herederos del mundo precolombino, fueron los mestizos. Así, entonces, los criollos cholearon o serranearon a los mestizos y estos a los índigenas. La cadena social del rechazo de un peruano hacia otro peruano se volvió parte constitutiva de nuestra vida política, social y cultural, donde el patrón fue el color de la piel o las facciones físicas, sin que nadie hiciera nada por romperla, pues luego de más de 200 años de vida republicana, la realidad sociológica peruana confirma que nuestro país es muy racista, desnudándonos socialmente desestructurados, que es lo mismo que un país fracturado. Esta realidad que no podemos ocultar es una de las más importantes causas de nuestro subdesarrollo. Por más que crezcamos económicamente, por más que hablemos de las bondades geopolíticas de Chancay y sintamos orgullo de Machu Picchu y de nuestra grandeza precolombina, y pregonemos a los cuatro vientos que somos un país con una multidiversidad social envidiable, o que seamos la síntesis geográfica del mundo como sostenía el sabio Javier Pulgar Vidal, o que contemos con una de las gastronomías más celebradas del planeta, enarbolando nuestro pan con chicharrón, mientras no invirtamos en la verdadera REVOLUCIÓN EDUCATIVA que necesitamos, entonces JAMÁS seremos un país desarrollado. Los racistas son verdaderos acomplejados, pero sobre todo perfectos ignorantes. Ricardo Palma, viéndolo, lo denunció en el siglo XIX, soltando a los cuatro vientos que “el que no tiene de inga tiene de mandinga”. Una persona formada en valores y cultivada en el conocimiento podrá romper las cadenas que pudiera haberlo atado a su entorno distorsionado, generalmente el familiar o doméstico donde los complejos están muy marcados.”. El día en que al llamar serrano a un habitante de nuestros mágicos Andes lo haga sentirse orgulloso y con su autoestima por las estrellas, o al preguntarle por su nombre, diga con seguridad y rostro feliz que se apellida Mamani, por ejemplo, en ese momento habremos conseguido sentar las bases para ser un país unido, completamente listo para el desarrollo. Pero si a nuestra clase política bicentenaria le sigue temblando la mano para invertir en la educación, como nunca se ha hecho, nada cambiará. ¡Carácter para hacerlo!.

(*) Excanciller del Perú e Internacionalista

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