El show: Apaga el micrófono, Lizarzaburu
La indignación es el segundo deporte más practicado en nuestro país después del fútbol. Aquí nos indignamos por todo y por nada. La inteligencia de nuestros congresistas es tan limitada, que alimenta dicha indignación sin base. Asimismo, en nuestro siempre atribulado país llaman acoso sexual a lo que no lo es; llaman periodistas independientes a quienes jamás lo fueron y algunos pretenden llamar mujer a quien no lo es. Esa es la base para entender cómo se desvirtúan los hechos y se produce una merluza indignación con gritos de denuncia y feminismo estrafalario.
Erase una vez un congresista de Fuerza Popular llamado Juan Carlos Lizarzaburu. Un hombre que aprendió una lección de vida: no es necesario que la gente sepa cómo piensas; ergo, apaga el bendito micrófono. Ese mismo congresista aprendió que cuando cometes un error, lo único que debes hacer es disculparte y si quieren imputarte un delito, te defiendes, porque tienes argumentos para hacerlo; pero jamás justificas tu error- los errores no se justifican, se asumen. Punto-. ¿Por qué? En un país que es ampliamente machista, hipócrita y sensible, no puedes permitir que las emociones te atropellen para intentar destruirte. Debemos actuar para que la razón y la lógica se impongan.
No existe el delito de acoso sexual en contra de Patricia Juárez. No existe delito alguno en contra de la integridad física o emocional de la congresista. Lo que sí existe es un congresista con una autoconfianza inmadura y con poca reacción para resolver situaciones, realmente, fáciles de solucionar. Ahora bien, la bancada de Fuerza Popular puede hacer lo que desee con su militante y miembro del Parlamento. Ese es un foro interno y privado. Sin embargo, en el Congreso de la República y para quienes integran la Comisión de Ética, no existen argumentos válidos para “sancionar ejemplarmente” a Lizarzaburu. Ningún abogado serio que se respete argumentará que Lizarzaburu puede ser objeto de acusación penal o sanción política. Este incidente responde a una conversación privada entre tres personas que fue filtrada de forma involuntaria mediante una transmisión en vivo.
En sencillo: la intención del congresista no fue agredir ni ofender de forma directa o indirecta, ni de forma reiterada ni por algún medio a su compañera de bancada. Pero, ¿qué fue lo que indignó tanto a la congresista Juárez? Las declaraciones posteriores de Lizarzaburu justificando su error. ¡Ya pues, Juan Carlos! A ti no te importa si las mujeres hacemos lo mismo o si los hombres siempre tienen conversaciones sobre dicho tema. A ti lo único que te debe importar son dos cosas: el escándalo explotó por tu micrófono encendido y la defensa férrea que debes tener ante la absurda acusación de acoso. Ante casos como este, uno debe ofrecer disculpas y defenderse. Simple y sencillo.
Los eternamente indignados por todo y por nada piden el desafuero del congresista, la máxima sanción para el “opresor patriarcal” – risas-. En nuestro país, muchas veces, se impone la emoción, lo irracional, el sensacionalismo y la hipocresía. Pero todo ello es fácil de enfrentar cuando tienes la razón y el argumento de tu lado. Así que, dejen de perder su tiempo y ocúpense en algo que en verdad valga la pena indignarse, como, por ejemplo: un Congreso que trabaja para grupos económicos y no para el país. Eso sí que es realmente asqueroso.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.