El significado del voto de confianza
Con una lógica simplista, hay quienes proponen eliminar la obligatoriedad de solicitar y obtener el voto de confianza, por parte del presidente del Consejo de Ministros ante el Congreso de la República, a fin de ahorrarle fatiga al Ejecutivo. Esos mismos académicos respaldaron la sorprendente interpretación de que el Gobierno pueda hacer cuestión de confianza tantas ocasiones le apetezca, sin que el Presidente de la República deba pagar otro costo que el de reemplazar a uno de sus ministros para abrir la puerta de la disolución del Congreso apenas producida la segunda denegatoria, expresa o tácita, quedando el Ejecutivo facultado para interpretar a gusto, quebrándose así el necesario equilibrio de poderes.
Presumiblemente, si Fujimori o Mendoza residieran en Palacio de Gobierno el razonamiento de los teóricos habría sido completamente distinto. El académico se pervierte cuando construye doctrina constitucional según las emociones y necesidades inmediatas del poder, al igual que el periodista cuando manipula la información o el funcionario cuando subasta el concurso público.
El voto de confianza es un instrumento parlamentario esencial incorporado en la Constitución histórica de nuestra República. Siendo un poderoso control político que impulsa a dialogar y consensuar tanto la composición del Consejo de Ministros como el programa de intenciones que se presentará ante el Congreso; con mayor urgencia si se carece de una mayoría parlamentaria o peor, si no se cuenta con una bancada propia. En el parlamentarismo español, por ejemplo, el jefe de Gobierno es el líder del partido con más escaños en la Cámara de los Diputados y asegura su voto de investidura tejiendo una complicada alianza con partidos que logran influir en la acción gubernamental a cambio de otorgarle los votos necesarios. En nuestro régimen, donde tanto el Congreso como el Ejecutivo han recibido sendos mandatos populares, es necesario concertar con las bancadas afines, recogiendo sus necesidades políticas, para que cuando el presidente del Consejo deba pedir el voto de confianza, ya estén comprometidos los apoyos e incluso las abstenciones. Pero aquí no se comprende la necesidad de hacer política, de concertar voluntades aún con los adversarios, en procura de obtener estabilidad y gobernabilidad.
Mientras que el presidente de la República es elegido por descarte, en segunda vuelta, el Congreso reúne todas las corrientes de opinión importantes, por lo que difícilmente podría considerarse al Ejecutivo más legítimo que la asamblea representativa; la Constitución quiere que interactúen coordinadamente, reconociendo los intereses de sus respectivos electores, pero sin perder de vista el bien común.