El silenciado
El día llegará que la compilación de las muy peculiares frases del presidente Pedro Castillo (algunas de las cuales no supera la valla del disparate) permitirá a futuro definir con holgura los alcances de este gobierno mediocre pero posicionado en la intencionalidad política de quedarse en el poder más tiempo del admitido por los cauces constitucionales.
La última de ellas merece una alusión honrosa en la antología peruana del descaro. Dijo Castillo Terrones al inaugurar la sesión del consejo de ministros descentralizado en Moquegua el viernes 7: “Hemos hecho todos estos esfuerzos (en educación y salud) estos cinco meses. Quién sabe, hemos sido silenciados por gente que aún no asume que conduzcamos el país, pero no estamos entretenidos en eso. No vamos a dar cabida a esos espacios porque hemos venido a trabajar por el país”.
El jefe del Estado, como se recuerda, se caracterizó por su locuacidad cuando encabezó la protesta magisterial del 2017, durante el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski. Era entonces un vocero vigoroso, esquematizado, pero con enormes recursos demagógicos para marcar su área de influencia y el propósito de su repentino liderazgo.
Muy pocos conocían que este liderazgo respondía a un ajuste de cuentas al interior del gremio profesoral, el SUTEP, donde personas vinculadas al Movadef (integrado por antiguos activistas de Sendero Luminoso) armaban un proyecto alternativo a fin de darle vida al Frente Nacional de Trabajadores en la Educación del Perú (Fenatep) dividiendo así a su matriz, controlada por el Partido Comunista del Perú, Patria Roja.
La visibilidad de Castillo hizo que el máximo dirigente del partido Perú Libre, Vladimir Cerrón, lo persuadiera de ser el candidato presidencial con la bandera de ese grupo, dado el impedimento de postular que él mismo tenía por las investigaciones judiciales sobre su gestión en el gobierno regional de Junín, las cuales finalmente derivaron a una condena suprema por corrupción.
La campaña fue el Waterloo comunicacional del hoy mandatario. Los lugares comunes, esloganes y clichés pueden movilizar jornadas reivindicativas, pero no sirven como programa de gobierno. Bastó una sola entrevista en un joven canal de escasa sintonía –donde el acucioso conductor, Diego Acuña, desnudó la orfandad argumental de Castillo en materias elementales de realidad nacional y gestión pública– pero luego viralizada en las redes, para que el aspirante a la primera magistratura renunciara a toda interviú que no sean unas pocas, breves y amigables.
Ahí empezó el autosilencio de don Pedro. Casi seis meses sin una sola comparecencia ante la prensa, menos ahora que lo ahogan las pesquisas fiscales y de la procuraduría pública sobre sus roces con actos corruptos en provecho de intereses privados. Aun así el periodismo nativo ha dado cuenta de sus declaraciones públicas y anuncios, pese a que lo trata con el más olímpico de los desprecios.
El silenciado por obra propia escupe al cielo. Se queja que lo silencian. El que lo desilencie, gran desilenciador será.
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