El síndrome caviar
Una reciente encuesta nacional de Ipsos reveló que los peruanos tienen una percepción distinta a los analistas sobre los “caviares”. El ciudadano de a pie los percibe como personajes de clase alta, privilegiados, con tendencias políticas de derecha y autoritarios. Que generan cierto rechazo ciudadano por su estatus de clase y su soberbia al haberse adjudicado el monopolio de la defensa de los derechos humanos. ¿Por qué conocer esto resulta tan sabroso para quienes nos dedicamos al análisis diario de la política peruana?
Lo más interesante es concluir que, después de 30 años de intervención en gestión pública y política, imponiendo una agenda que terminó siendo hegemónica, el resultado de su impacto sea adverso a su ego colosal. Entender la agenda caviar, por cierto, requiere comprender su estrecha vinculación con lo que llamamos “tecnocracia”.
A lo largo de la historia, identificamos hasta tres tipos de tecnocracias en el Perú. Una liberal (minoritaria y sin mayor poder político) que propone una agenda empresarial de libre mercado, libre competencia y reducción de la intervención pública en al ámbito privado. Otra socialista o caviar (mayoritaria) que propone una agenda estatal de mayor intervención pública en el ámbito privado y redistribución de la riqueza que concentra el Estado. Y finalmente una mercantil (intermedia) que propone una agenda modular en defensa de privilegios económicos de grupos de poder consolidados y fuerte regulación del Estado en el ámbito privado.
Estas tecnocracias viven en constante pugna por servir al poder de turno. Salvo la liberal (más vinculada al sector empresarial competitivo y emergente), la socialista y la mercantil viven de sus servicios de consultoría al Estado. La tecnocracia mercantil se consolidó en el fujimorismo, pero fue sucedida por la tecnocracia socialista o caviar tras la caída de Fujimori y Montesinos. Lo paradójico es que el fracaso político de sus asesorados los últimos 20 años trastocó sus orígenes de izquierda y los convirtió en una especie de neo tecnocracia mercantil. El resultado de su paso por la política consolidó un modelo de crecimiento con concentración de riqueza en pocas manos y excluyente. ¡De Ripley!
El problema del “caviar” es su naturaleza tecnocrática. Es imposible que se conviertan en políticos reformadores de un Estado que garantiza su estabilidad laboral. Por ello se los identifica con doble moral, doble discurso, oportunistas, defensores de privilegios y autoritarios. No disfrutan el diálogo ni el debate que caracterizan la práctica política. Ellos creen que su verdad es la única y la quieren imponer caiga quien caiga.
El sentido común identifica a los caviares como burgueses con sentimiento de culpa. Nada más dañino para la política peruana que un corazón que no se acepta a sí mismo. Quienes gobiernen deben cuidarse de estos personajes ambiguos. Se acomodan con suma facilidad al mejor postor y cambian política como por arte de magia. Ser consecuentes con un ideario hasta el final no es una de sus virtudes.
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