El sistema internacional y nuestra diplomacia
El apego del Perú a preceptos, valores e intereses internacionalmente aceptados, facilita, en definitiva, el respaldo y consenso tanto interno como externo al Estado que sigue esta política.
No hay duda que la experiencia de la pandemia, así como el más reciente conflicto bélico entre antiguas naciones que tenían intereses comunes –Rusia y Ucrania- nos lleva a reflexionar respecto a la vigencia del sistema internacional que sobrevive, maltratado, luego de la Segunda Guerra Mundial.
La política transita del conflicto a la negociación entre las distintas fuerzas antagónicas. Las contradicciones se acentúan cuando los estilos y los intereses que estas fuerzas representan son opuestos. Y se atenúa cuando el sentido común gesta un consenso sobre lo que conviene a las mayorías del país.
Para que el sistema internacional mantenga vigencia con la consistencia necesaria, debe reunir elementos fundamentales: equilibrio entre las fuerzas de poder real y legitimidad. O sea, se fundamente en un Estado de Derecho de sus integrantes, y se apoye en el Derecho Internacional, para que procure seguridad a todos los países. Cabe tener en cuenta que la acción internacional permite complementar los intereses nacionales con los internacionales, compartiendo responsabilidades.
De tal modo, se puede afirmar que la política internacional es un lugar común. Es el encuentro de la política exterior de diversos Estados soberanos. Cuando se habla de democracia dentro del contexto de las Naciones Unidas cabe preguntarse: ¿es la ONU una organización democrática? En ella las decisiones obligatorias son tomadas por un grupo privilegiado de cinco países que conforman el Consejo de Seguridad –donde el poder no se renueva– y tienen derecho al veto. Como se sabe los miembros de la Asamblea General, que reúne a todos los Estados miembros, solo pueden emitir resoluciones con valor jurídico de recomendación.
No obstante, debemos recordar que la Carta de Naciones Unidas tuvo la virtud de recoger diversos principios y objetivos. Y de este consenso se debe orientar en el futuro la política exterior de otros Estados, pero mejorando el equilibrio del poder, y sobre todo la satisfacción de las necesidades de la población mundial, en las que todavía prevalecen la amenaza contra la paz y situaciones de hambre y mortandad inaceptables en una sociedad moderna.
Una diplomacia moderna tiene que renovar también sus herramientas. Podemos pensar que en el Perú se podría fortalecer una dinámica en las relaciones con, por ejemplo, el envío de misiones especiales, o la apertura de embajadas itinerantes. Esto también ahorraría costos.
El mundo hoy se internacionalizó a través de sus problemas. El Perú debe tener, consecuentemente en su primera línea de defensa nacional, un servicio diplomático robustecido para ejecutar una política exterior con el mayor alcance. Se debe considerar un equilibrio entre el aporte de los profesionales de experiencia -embajadores en retiro- que son una reserva valiosa; así como los peruanos que por su propio esfuerzo han sabido ser reconocidos en el exterior por afrontar o resolver situaciones problemáticas en favor de todos. A todos ellos debemos reconocerlos como promotores nacionales.
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