El tamaño real del paso dado por Palestina en la ONU
Ha debido suceder una desgracia recíproca entre Israel y Palestina para que este último país consiga dar un paso más en su camino para ser reconocido como miembro pleno de la Organización de las Naciones Unidas. Y pesar que la resolución 181 de la Asamblea General de la ONU del 29 de noviembre de 1947 recomendó la creación de dos Estados: Israel y Palestina.
Los judíos aceptaron y el 14 de mayo del año siguiente, declararon su independencia con David Ben-Gurión, a la cabeza; y en esa misma fecha, en que además finalizó el denominado Mandato Británico de Palestina, los palestinos no solo rechazaron la recomendación, lo que fue un error, sino que, junto a gran parte de los países árabes, declararon la guerra a Israel.
Pero volvamos. En efecto, para llegar al escenario actual en la ONU, de un lado, debieron ser asesinados más de 1200 judíos por los terroristas del Hamás, que el 7 de octubre de 2023, cruzaron la frontera e ingresaron en territorio israelí para masacrarlos y llevarse consigo a un grupo numéricamente relevante de rehenes –luego de 7 meses, quedarían vivos alrededor de 140–, y, de otro, por estos días se calcula en más de 34 mil los palestinos en Gaza que han sido eliminados por los bombardeos indiscriminados de Israel en su objetivo, que ya parece desesperación, de acabar con los miembros de Hamás, tal como ha prometido el primer ministro, Benjamín Netanyahu.
Así, en la víspera, una resolución presentada por Emiratos Árabes Unidos –país con el que Israel había conseguido en 2020 un importante proceso de normalización de sus relaciones diplomáticas en el marco de los denominados Acuerdos de Abraham–, fue aprobada por 143 Estados de los 193 que cuenta la ONU y que, aunque no establece el ingreso de Palestina como miembro pleno de Naciones Unidas, le concede un peldaño de prerrogativas en ese objetivo –no incluye el derecho de voto ni de presentar candidaturas a los organismos de la ONU–.
Aunque estoy de acuerdo en que el paso dado es relevante, los palestinos no pueden cantar victoria que sean admitidos como Estado miembro pleno de la ONU. Desde el realismo diremos que la decisión de peso se encuentra en el Consejo de Seguridad donde Estados Unidos de América, por más que se haya mostrado algo duro o indiferente con Israel para dejarle saber su oposición a la arremetida en Rafah, el último reducto palestino en Gaza donde debe primar el criterio humanitario sin condiciones –hay 1.4 millones de gazatíes–, jamás abandonará a Israel, por lo que no será difícil concluir que Washington e Israel conservan una alianza estratégica muy importante, la misma que se vio reflejada en el reciente voto en contra de Estados Unidos en el marco de la Asamblea General y podría reflejarse en el propio Consejo con su derecho de veto y todo a fojas cero.
Es verdad que Israel la pasa mal –la medida en la ONU a favor de Palestina y las protestas en el mundo contra Israel por sus ataques sobre Gaza–, lo confirman; sin embargo, ese inocultable cuadro del Medio Oriente no sirve para crear las condiciones de una negociación profunda entre Israel y Palestina. Lo que veo es que el problema de fondo se agudizará.
Cualquier votación diferente al planteamiento de Estados Unidos, que tienen enorme influencia en el planeta, podría llevar a Washington a ajustar económicamente a la propia ONU y a su existencia como foro político planetario, cuya vigencia se debe a las cuotas de los Estados miembros de la ONU, donde la porción de Washington es sencillamente relevante e indispensable para la marcha de la organización.
Muchos analistas le dan vuelta o maquillan sus opiniones sin decir la verdad de fondo. Como siempre digo a mis alumnos; no todo se resuelve en el mundo por el derecho internacional. También por los asuntos del poder que yace en la esfera de las relaciones internacionales. Veamos, entonces, qué sucede.
(*) Excanciller del Perú e Internacionalista
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