El terrible 2022
Sin una bola de cristal frente a mis ojos ni recurriendo a maravillosos oráculos que anticipen nuestro destino, formulé hace casi un año en esta modesta columna mis perturbadores augurios sobre el Perú, al inaugurarse la tercera década del siglo XXI. Plasmé mi poco entusiasmo con las previsiones positivas en torno al futuro político, sostuve que ingresábamos a una era disruptiva y que “el caos y la anarquía son más pronosticables que el orden democrático o la unidad basada en la sensatez y el bien común... Las severas perforaciones de nuestro sistema político y el empoderamiento de los circuitos fácticos nos devolverá a la realidad del encono y el fratricidio.” (“El temible 2021”, EXPRESO 27 de diciembre 2020).
En ese entonces, el presidente Pedro Castillo ni siquiera aparecía como potencial líder de las elecciones generales ya convocadas. Mi comentario no fue ad hominem sino que apuntaba –como lo he venido haciendo de manera terca y sistemática los últimos 10 años– al perverso esquema normativo electoral mediante el cual siempre fueron previsibles los peores escenarios para construir gobierno y, particularmente, las alianzas o entendimientos parlamentarios. Esquema que prevalece en varios países de la región atomizando el centro y fortaleciendo las opciones extremas (izquierda y derecha) con más énfasis en circunstancias críticas como las que ha provocado la pandemia de la covid-19.
Con la misma lupa (repito: no la de agorero ni la de un brujo de Hogwarts) anticipo un terrible 2022. Será un periodo de dilucidaciones y definiciones muy intenso, hasta sangriento. El componente del virus de Wuhan ya no será neurálgico. O sea, la pandemia –como lo sostienen investigadores más serios que Elmer Huerta– seguirá su curso degradante por el mayor número de vacunas suministradas y mutaciones inclinadas hacia una menor letalidad. Siempre se habló que habremos de convivir eternamente con la covid, como lo hacemos con la influenza y otras enfermedades, pero bajo un modelo sanitario capaz de controlarlo. Es lo que esperamos.
Lo central serán las consecuencias que nos acarrea la mediocridad de Castillo y el halo de corrupción que lo rodea. Halo hoy convertido en poderosas luminarias como aquellos focos utilizados en los centros penitenciarios para evitar la fuga de los reclusos. La descarada alteración del libro de visitas a palacio, sustrayendo registros de varios días, es lo último que conocemos de un personaje deleznable presto a victimizarse por su raíz campesina y provinciana, pero que a la hora de reunirse con brontoempresarios mercantilistas, semeja al lobo de Wall Street.
Eso sí: requeriremos parafrasear a Alejandro Romualdo cuando quieran vacarlo y no podrán vacarlo (fácilmente, estilo Martín Vizcarra) porque el consorcio patrocinador del Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla harán lo suyo para calificar de “golpista” el procedimiento constitucional e influirá en gobiernos estúpidos o culposos de Europa u otras latitudes, al margen del activismo interno de la izquierda. Eso hará todavía más terrible el 2022 peruano.
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