El último día
El 7 de diciembre de 2022 será recordado como el día en que una persona amanece poderoso, al mediodía se convierte en dictador y en la noche duerme, detenido, en una fría celda, acusado de cometer el delito de rebelión.
Es indudable, que estamos pasando por una etapa deleznable en la historia de nuestro país. Un presidente acosado por las serias denuncias de corrupción en su contra, se ve maniatado mentalmente y se apresura a tomar una decisión a todas luces no solo ilegal, sino también fiel reflejo de la carencia de ingenio político para actuar de esa manera, lo cual contribuye a incrementar la leyenda urbana que estábamos gobernados por un inepto, que ingreso al ejecutivo pensando en su lema de campaña “no más pobres en un país tan rico”, pero ejecutado solo para él y su entorno imbuidos de una siniestra conducta cleptocrática.
Pasado este nubarrón, nos queda felicitar a las instituciones tutelares del Perú que actuaron en defensa de la Constitución no acatando la orden golpista venida de quien se había deslegitimado y, por ende, no cabía se le rindiera obediencia a quien era un evidente usurpador.
El Congreso, el Poder Judicial, las Fuerzas Armadas y Policía Nacional, la Fiscalía de la Nación, la Defensoría del Pueblo, el Tribunal Constitucional se pronunciaron al unisonó para hacer llegar su protesta contra el desaguisado constitucional y exigir el retorno a la normalidad siguiendo lo que manda la Constitución, vacar al presidente y juramentar a la vicepresidente. Así ocurrió. El 8 de diciembre la población se levantó optimista sabiendo que las marchas que se dieron para la salida de Castillo rindieron sus frutos, concretándose aquel aforismo latino “Vox populi, vox Dei”.
Tema que destacar es la perseverancia de la Fiscal de Nación en mantener en alto su institución, no cejo en iniciar las investigaciones contra el expresidente sino también al entorno que lo rodeaba, lo que dio buenos resultados, de ahí que tenemos declaraciones concretas de colaboradores explicando con lujo de detalles la ruta del dinero que ilegalmente recibían y cuya meta era las manos de Pedro Castillo. Continuaran las investigaciones y habrá, de seguro, las sentencias que sancionaran a quienes traicionaron a la población que los eligió.
Dina Boluarte, tiene una gran responsabilidad, asume el cargo en medio de un torbellino político y deberá mostrar la muñeca necesaria para conducir a buen puerto a nuestro querido Perú, de ahí que resulta esperanzador su discurso de asunción del cargo al pedir la unión de todos los peruanos y convocar a todas las fuerzas políticas. Su gabinete debe ser de ancha base. Los mejores técnicos deben ocupar las carteras ministeriales, no más improvisación. Y, por cierto, debemos darle la tregua necesaria, permitiéndole un espacio de unos 100 días para que se familiarice con la conducción gubernamental y ordene la casa que a estas alturas deber estar tan desordenada que no sabrá por dónde empezar.
El Congreso tiene la obligación de comportarse a la altura de las circunstancias cumpliendo su rol fiscalizador, pero sin enfrentamientos absurdos que obliguen a la sociedad civil a insistir en su cierre para convocar a nuevas elecciones. Sostengo que la actual presidente debe culminar su mandato el 2026, una nueva crispación política traerá zozobra interna y externa, no podemos darnos el lujo de desperdiciar la oportunidad que se nos da para corregir el entuerto creado por Castillo. Ante este nuevo espacio, la población debe estar atenta a las políticas que se tomen, seguridad ciudadana, economía, educación, agro, agua, lucha contra la corrupción, trabajo, serán las prioridades de este nuevo gobierno. Y recuerde señora Boluarte, las oportunidades son como las flechas, nunca regresan. No desaproveche el momento que le da la vida.
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