El volver
Volver es un verbo que predica ritmo. Solamente cuando uno ha partido se espera que vuelva. Aunque el regresar no sea una certeza porque se puede renunciar a hacerlo, no se parte del todo, existe un "algo" que se deja y mantiene vigente el retorno. Se vuelve a la tarea encomendada, a la oficina, al amigo, al hogar y al descanso.
Es el ritmo de la vida que se especifica en los días. La posibilidad de volver permite ataviar la novela de nuestra vida con altos momentos poéticos (Borges). Volver tal y como uno partió es una opción, sí, pero cansina e improductiva.
El regreso tiene que estar marcado por la ilusión de un nuevo comienzo, de un nuevo mirar o de una más fina escucha. Hacer lo mismo, pero de un modo distinto: es poesía. No que mude sustancialmente la acción, se la completa… siempre cabe un matiz que la haga mejor y bella.
El hombre no siempre vuelve chispeante. Que no brille el sol y que no lo abrace con sus rayos, no hace menos real y cierto el día. Al igual, la categoría del volver no la imprime la "cosa" a la que se vuelve, sino el modo como se vuelve. En el modo se contiene el arte y la técnica; la inteligencia y el querer.
A veces, el querer se rebela, se eriza en abierta oposición, entonces es la hora de la razón que esgrime sus argumentos para que camine en abierta cooperación. Otras veces, la aridez del intelecto se beneficia con los colores, los sabores y afectos del querer.
Mario Benedetti, en su novela 'La borra del café', glosa con gracia y precisión lo que, para uno de sus personajes, significa –por ejemplo– el volver a su casa (…) "No, el olor a que me refiero era el de la casa en sí; el que exhalaban por ejemplo las baldosas blancas y negras del patio interior, o los escalones de mármol del zaguán, o las tablas del parqué, o la humedad de una de las paredes, o el que venía de la higuera cuando yo dejaba mi ventana abierta. Todos esos olores formaban un olor promedio, que era la fragancia general de la vivienda. Cuando llegaba de la calle y abría la puerta, la casa me recibía con su olor propio, y para mí era como recuperar la patria".
Cuando uno regresa al hogar, se despoja del papel que desempeña fuera. El aparentar o el representar no es propio de la familia. En ella, lo singular y atractivo es la acogida y la atención que se dispensa sin valoración tan solo por ser quien es uno.
Por eso, el retorno al hogar es como el repostar en un oasis, es henchirse de seguridad y recibir esa mirada inteligente que grita con estruendo, pero con armonía: ¡qué bueno que hayas regresado! La naturaleza del hogar es revestir a sus miembros de humanidad; pero toca a quien vuelve, con alegría y generosidad, atizarla para que no se desvirtúe o empalidezca.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.