El voto de los jóvenes
No se equivoque, amable lector. Mientras no desaparezca la mafia “caviar” que tiene secuestrada a la Fiscalía de la Nación, la injusticia continuará fortaleciéndose en lo que alguna vez se llamó el sistema de justicia del Perú. Mientras los vocales sanmartinistas permanezcan como zares de la Corte Suprema, y los Gorritis, Pablo Sánchez, Zoraida Ávalos, Rafael Vela, Domingo Pérez y demás “fiscaletes” sigan mandando en el Ministerio Público, la crisis nacional continuará creciendo, y los peruanos estaremos cada día más amenazados por esta camorra que impide que la justicia retorne a nuestra patria.
Lo que sucede en nuestra nación es algo verdaderamente espantoso, inédito e inconcebible en un país que se hace llamar democrático. Al contrario: ¡hoy el Perú es incuestionablemente antidemocrático! ¡Porque sin justicia no hay democracia! ¡Tan simple y dramático como eso! Para más señas, vivimos en una dictadura judicializada, disfrazada de democracia.
La secuencia de episodios cotidianos que comprueban, día a día, la farsa democrática que vivimos los peruanos está a la vista y paciencia del mundo. Empezó como una comedia y continúa como una tragedia. No hay forma de negarlo, como tampoco hay perspectivas de acabar con este karma, a menos que algún día los peruanos entiendan que tienen la llave para conseguir zafarse de esta esclavitud que nos avergüenza ante el mundo.
Esta tragedia coloca al Perú a la cola de los países del planeta, como una republiqueta cualquiera donde la injusticia, el abuso y la prepotencia priman sobre todo, sin que los peruanos protestemos ni nos rebelemos ante semejante oprobio.
La clave a la que nos referimos líneas arriba se llama “el derecho a elegir”, a través del voto personal y secreto que confiere nuestra Constitución a cada ciudadano peruano.
A lo largo del tiempo, el Perú ha sido lo suficientemente inteligente, prudente y perspicaz como para elegir a pocos, pero buenos, presidentes de la República. Si bien es cierto que, al momento de votar, la mayor parte de las veces fallaron nuestros antepasados —y nosotros mismos—, también ha habido aciertos importantes. Quizá el más notable sea haber conseguido que el Perú supere esa draconiana reforma agraria que impuso el comunismo militarizado, incorporando las bondades que nos ha dado la naturaleza a las habilidades de una estirpe de agricultores modernos que han convertido nuestros arenales costeros en vergeles extra-productivos.
El problema original surge porque, conforme aumentaban en número las generaciones de peruanos, estas no recibían buena educación escolar o superior. Vino después el terrorismo, seguido del efecto de la droga, de la cual nuestros jóvenes disfrutan con mayor facilidad que el resto de los países del mundo, porque el nuestro es productor de coca. Estos y otros factores contribuyeron gradualmente a que la juventud peruana se abocara a todo, menos a pensar por qué —pero, sobre todo, por quién— votar. El resultado lo vemos en esa infame colección de presidentes que nos gobernó la última década: gente inepta, corrupta y desinteresada por su patria.
¿En 2026 nuestra juventud votará con lucidez mental, o nuevamente con los pies? ¡De eso depende su futuro, amable lector!
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.