El “zuavo” Sevilla, un cruzado del papa-rey
La unificación italiana tenía por fin reducir la gran influencia del beato Pío IX, el último Papa-Rey. Ante este escenario adverso, el pontífice apeló al valor de los católicos comprometidos del mundo para que se enrolasen en la defensa del papado. Por eso, el historiador Piero Raggi ha llamado a esta admirable y sacrificada lucha la Novena Cruzada.
Entre la ola de voluntarios que llegaron de los confines de la Tierra para sostener a la Roma Eterna se encontraba un peruano, como ha resaltado el historiador Lorenzo Innocenti (Per il Papa Re, 2004). Se llamaba José del Carmen Sevilla, había nacido en 1844, era natural de San Pedro de Lloc e hijo de José Sevilla, minero y propietario de la Hacienda Campoden, considerado uno de los hombres más acaudalados de América.
Pero su padre, conocido como un célebre filántropo que llegó a donar mucho dinero para obras de beneficencia —el “Orphanage Home for Children” de la ciudad de Nueva York (1886)—, también era un reconocido anticlerical que desaprobaba la devoción religiosa de su hijo y se opuso tenazmente a que fuese a Roma a defender al Santo Padre, al punto de amenazar con desheredarlo para hacerlo desistir de su empeño. Pero la medida fue en vano, y el joven Sevilla partió a Roma y recibió, en premio, el repudio paterno.
El 1 de enero de 1861, Pío IX había creado el batallón de los “zuavos pontificios”, cuyo modelo estaba inspirado en los “zuavos franceses”, unidad altamente combativa que se hizo famosa por su coraje en la guerra de Crimea (1856), pero cuyo nombre y singular uniforme se retrotraían a la conquista de Argelia (1830), realizada por el rey francés Carlos X, donde destacó la tribu guerrera de Cabilia, llamada Zwawa.
El “zuavo Sevilla”, como sería conocido este valiente peruano, participó en las batallas de Montelupiono (1866), en Bagnorea (1867) y en la gran victoria papal de Mentana (1867), en la que fue ascendido por méritos de guerra al grado de teniente. A lo largo de seis años destacó en tantas acciones militares que fue condecorado con la Cruz de Mentana, la medalla conmemorativa de la Restauración Pontificia y fue investido caballero de la Orden de Pío IX.
En 1870, Francia —la principal aliada del Pontífice— tuvo que retirar sus tropas de Roma para hacer frente a la guerra franco-prusiana, y de inmediato las fuerzas italianas atacaron al ejército papal. La primera batalla se dio en la guarnición de Civita Castellana (Viterbo), donde el historiador Maurizio Di Giovine (Gli zuavi pontifici, 2020) identifica entre los combatientes al peruano Sevilla, quien, junto con sus camaradas de armas, mantuvo una resistencia heroica de muchas horas hasta que fueron capturados. Caída esa plaza, el 20 de septiembre de 1870 los bersaglieri atacaron la Puerta Pía y tomaron Roma, quedando desde entonces el Papa prisionero en aquel incidente internacional que la historia conoce como la “Cuestión Romana” (1871-1929).
De regreso en el Perú, Sevilla se destacó como un laico comprometido, participó en la fundación de la Unión Católica y auspició muchas obras piadosas. Al estallar la guerra con Chile, el “zuavo” se puso de nuevo el uniforme, esta vez el de la patria, y con su propio dinero financió todo un regimiento que recibió el nombre de “zuavos peruanos”, que actuaron heroicamente en la defensa de Lima (1881).
Muchos años después, Sevilla regresó a Roma, en tiempos de San Pío X (1903-1914), y en una entrevista obsequió al papa un retrato con su uniforme de zuavo, en cuyo dorso escribió: “Derramó su sangre por la Sede de Pedro”, recordando así las cinco heridas que había recibido durante las campañas en defensa del Papa-Rey. El “Zuavo Sevilla” falleció en Lima en 1913. Numerosas personalidades eclesiásticas y militares asistieron al sepelio, y en la prensa se dio gran cobertura a su notable vida de patriota y cristiano.
Mira más contenidos en Facebook, X, Instagram, LinkedIn, YouTube, TikTok y en nuestros canales de difusión de WhatsApp y de Telegram para recibir las noticias del momento.
