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Elegía irlandesa

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Fecha Publicación: 03/01/2023 - 23:45
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Seamus Heaney, poeta irlandés, premio nobel de literatura de 1995, escribió un poema a la muerte de su madre que es tan bello como conmovedor, tan profundo como exacto, tan elocuente como sencillo.

“Se habían ido a misa los demás y estaba/ yo para ella mientras pelábamos las papas…/ las cosas compartidas, en la grata frescura/ común resplandecían, agua clara en un cubo…/ Así que cuando el cura junto a su cabecera/ se afanaba en plegarias por el bien de su alma/ y algunos lo seguían mientras otros lloraban/ recordé su cabeza junto a mi cabeza/ los alientos mezclados, los ágiles cuchillos/ Nunca en toda la vida estuvimos tan cerca.”

Heaney quiso retratar dos instantes y lo logró pese a la precariedad de la palabra. La madre y el hijo juntos en la cocina. La madre en su cama esperando la muerte y el hijo en su cabecera recordando la vida.

¿Qué cosa más antigua puede haber que hablar de la madre?¿Qué cosa más inútil que decirle lo que ya sabemos por la leche y por la sangre? ¿Qué gestos no repetir que no sean los suyos, qué temores? ¿Qué ternura puede ser más honda que aquella que nos dio mientras mecía la cuna y nos acompañaba hasta el colegio?¿A dónde ir a buscar lo que ella no tenía y nosotros tampoco?

En la tradición judeocristiana, la tierra prometida –con la leche y miel- es palabra de Dios. El gran autor Erich Fromm la simboliza con la figura de la madre, la tierra prometida de cada ser humano. “La tierra prometida (la tierra siempre es un símbolo materno) se describe como plena de leche y miel. La leche es el símbolo del primer aspecto del amor, el de cuidado y afirmación. La miel simboliza la dulzura de la vida, el amor por ella y la felicidad de estar vivo. La mayoría de las madres son capaces de dar ‘leche’ pero solo unas pocas pueden dar ‘miel’ también. Para ello, una madre debe ser una persona feliz. El amor de la madre a la vida es tan contagioso como su ansiedad”, señala Fromm.

En la casa rural Heaney y su madre, las cosas compartidas en la grata frescura… mientras pelaban las papas y esperaban a la familia que regresara de la misa. Irlanda a sus pies con su verdor y su misterio. Irlanda y Margaret, a las dos las recordó en su discurso al recibir el Nobel. Ambas eran su hogar, su suelo, su océano. Leche y miel esparcidas como los granos de mostaza por el condado de Derry en el que nació.

Las torres redondas son un símbolo de Irlanda. Esparcidas entre sus colinas guardaron alguna vez armas y libros esenciales. Tierra de honda tradición cristiana, tiene a sus poetas y sacerdotes como referentes y oficiantes del oficio diurno y vespertino de la vida. Elegías y ritos que perdurarán, como los de Heaney… ”mientras pelábamos las papas” y velábamos en el lecho de muerte a nuestra madre.