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Elegir mal

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Fecha Publicación: 04/06/2023 - 22:50
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En un reciente debate televisivo, los panelistas conversaban sobre los latrocinios de Pedro Castillo y sus secuaces. Específicamente se hablaba de las evidencias concluyentes de los pagos mensuales que recibía el delincuente hoy recluido en la Diroes, sus hermanos y otros familiares, producto de las coimas procedentes del Ministerio de Vivienda.

Al final, el expresidente del Tribunal Constitucional, Ernesto Blume, hizo una invocación a los electores a no elegir tan mal como lo hicieron en los anteriores comicios. Sin duda, un bienintencionado llamamiento, pero que, lamentablemente, no tendrá ningún efecto, porque en el Perú y muchos países, los ciudadanos tienden a elegir a los peores, si es que se les da la opción de hacerlo.

En concreto, saber que un candidato es notoriamente corrupto no es ningún obstáculo para que voten por él, aunque en las encuestas aparezca la corrupción como uno de los males más repudiados. En las últimas elecciones regionales y municipales se ha visto triunfar a individuos que habían ocupado antes el cargo para el cual postulaban y habían sido sentenciados por corrupción. Otro que estaba en prisión domiciliaria con cargos de corrupción por su gestión como alcalde, se hizo también con un gobierno regional.

Es notable también el caso del antiminero Gregorio Santos que, estando preso acusado de ladrón, fue reelegido en primera vuelta en Cajamarca en 2014.

En Brasil, Lula ha sido elegido nuevamente a pesar de ser un evidente corrupto. Salió de la cárcel, donde estaba sentenciado, porque un tribunal anuló su condena con una típica leguleyada: dijeron que no fue juzgado por la corte que le correspondía, cosa que no estaba definida así cuando se le procesó. Y ahora ya no puede ser juzgado porque los delitos prescribieron. En realidad, ese es uno de los típicos males en los que desemboca la democracia, desde sus orígenes.

Como relata el historiador Robert Cohen, en Atenas la vida pública quedó en manos de los charlatanes más indecentes. Y citando a Isócrates: “Aceptamos como consejeros a hombres que todos desprecian y los convertimos en dueños absolutos de los asuntos del Estado, hombres a quienes ninguno de nosotros querríamos confiarles nuestros asuntos personales. A esos a quienes con voz unánime declaramos los más despreciables entre los ciudadanos, a esos mismos los hacemos guardianes de la polis”. Esos demagogos que dominan la democracia, dice Cohen, son “individuos oscuros, a menudo sospechosos, capaces de poco más que vociferar y excitar a la muchedumbre” con burdas manipulaciones.

Por eso, por el fracaso absoluto y completo de la democracia ateniense, como señala el politólogo Giovanni Sartori, la palabra y el concepto democracia fueron proscritos durante dos mil años, hasta el siglo XIX, donde se le empezó a revalorar.

Por eso, los Padres Fundadores de la independencia norteamericana rechazaron explícitamente la posibilidad de establecer una democracia y se inclinaron por una república, que no es lo mismo.

El asunto radica en que las opciones por las cuales se puede optar sean adecuadamente filtradas.

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