Elijamos en forma desapasionada
Estamos a dos semanas del ballotage que definirá el futuro del Perú. O ingresamos a la órbita comunista, o comenzamos de cero un proceso democrático para rescatar al país del desastre socioeconómico y político en el que lo han dejado los último cuatro sujetos que han actuado como presidentes de la República.
Relatar lo que significaría la catástrofe de que el 6/6 pierda Keiko Fujimori no sólo es ocioso, sino corrosivo. Pero ensayémoslo. Si triunfa Castillo significará caer en el pozo séptico del chavismo a la peruana. Es decir, en el comunismo tradicional envuelto en un proceso de terrorismo sanguinario y vandálico, sumado a la clásica mediocridad de la izquierda sudaca que destruye el emprendimiento a través del revanchismo basado en el odio de clases. Venezuela sería Suiza, comparada con lo que acabaría siendo el Perú gobernado por una morralla como la que se apresta a salir del caballo de Troya de Castillo.
Dicho esto, resulta suicida la incomprensible actitud de una parte de los peruanos –en particular muchos jóvenes- que persisten en apoyar a Castillo “para no votar por Keiko Fujimori”. Es evidente que esta realidad se desprende de dos décadas de martilleo, las 24 horas del día, por parte de La República, El Comercio, RPP y otros medios que se entregaron al poder de turno para enriquecerse, a cambio de envenenar al ciudadano mediante una campaña de divisionismo suicida. Campaña creada por el comunismo, como respuesta política a que el Estado logró derrotar a su brazo armado compuesto por sendero luminoso y el mrta. Para organizar semejante proceso de demolición al Estado peruano –represalia de la izquierda senderista ejecutada por su facción caviar- el corrompido Toledo, financiado por varias oenegé de la izquierda transnacional, creó la CVR o comisión de la verdad y su brazo instructivo, el museo de la memoria.
Según ambos centros de poder al servicio del comunismo terrorista –que ha resurgido gracias a la campaña desinformativa de muchos medios- tras la captura de guzmán el Perú se dividió entre piadosos y malandrines. Los primeros están representados por la cultura caviar, con su fingido buenismo propulsor de la felicidad; y al otro extremo aparece el fujimorismo que representa a la vileza, la corrupción y el crimen de lesa humanidad reflejada en el asesinato de 70,000 peruanos ejecutados por las fuerzas del orden al mando del ex presidente Alberto Fujimori. Esa dicotomía fue repetida hora a hora, día a día, semana a semana, mes a mes y año a año, a modo de mantra para adoctrinar a los jóvenes y sembrar la hierba mala que, finalmente, ha florecido como consecuencia de estos desastrosos gobiernos de Humala, Kuczynski, Vizcarra y Sagasti, que han empobrecido al Perú y fulminado a cerca de 200,000 peruanos fallecidos por covid, indignando con ello al país entero con su infame gestión como jefes del Estado.
Castillo profundizará el odio y el descalabro socioeconómico. Mientras Keiko intentará rescatar al país del caos en que lo hundieron Humala, PPK, Vizcarra y Sagasti. Elija sin pasiones el 6/6, amable lector.