Elogio de la vejez
En la dedicatoria de El Principito, uno de los libros más leídos del mundo, el autor escribe: todos hemos sido niños alguna vez, sólo que pocos lo recuerdan. En la agitación más enconada de estos días y con el más profundo respeto por la opinión consecuente de cada quien, yo lo recuerdo y escribo: todos seremos viejos alguna vez, sólo que pocos lo avizoran.
En el Elogio de la Vejez, Herman Hesse afirma que toda carrera sea hacia el sol o hacia la noche conduce a la muerte, al nuevo nacimiento cuyos dolores teme el alma. El alma misma que se me parte cuando miro -en un video que ha tenido ocho millones de vistas en YouTube- a la famosa bailarina del Ballet de Nueva York, la española Marta González Saldaña, fallecida recientemente a causa del coronavirus, danzando de manera espontánea en su silla de ruedas, El Lago de los Cisnes de Tchaikovsky.
El escenario ya no es el teatro David H. Koch del Lincoln Center de 1967, sino una sala de estar del asilo Muro de Alcoi de Alicante del 2020, en el que se alojan ancianos enfermos de Alzheimer. Sus otrora manos de seda y su cuerpo de ninfa, desaparecieron y en su lugar está ahora ella, tremebundamente delgada y atrapada por el olvido, pero que sin embargo responde -como Nietzche, loco - al estímulo de la música y del arte.
Se han apagado las luces del teatro y Martha sale de los camerinos a la calle. Está viviendo su idilio con la multitud. Ignora que muchos años después será una sombra que apenas puede levantar las manos. No importa. La música y el arte la han preparado para vivir dignamente ese “pacto honrado con la soledad” que es la vejez. Ha olvidado todo menos ese lago que es universal y queda en cualquier parte y en donde los cisnes de cuello alado siguen bailando como ella.
La lozanía de la juventud contrasta a veces dramáticamente con la decrepitud de la vejez. Por eso hay viejos que para parecer físicamente más jóvenes hacen cualquier cosa y jóvenes que hacen también lo mismo para seguir siéndolo.
Pero hay un tiempo para todo -como dice El Eclesiastés- y ambas edades son parte indesligable de la vida, que siempre es maravillosa. El gran Schopenhauer decía que los viejos desconfían de la juventud porque han sido jóvenes y el sentido común nos señala que nadie es tan viejo que no pueda vivir un año más, ni tan joven que no pueda morir hoy mismo.
Jóvenes y viejos deben saber que en el lago de los cisnes hay sitio para todos.