Elvira Castro de Quiroz
Por Willy Terry Sáenz
En el amplio marco de nuestra inconmensurable riqueza cultural, existen principalísimos personajes que se resisten a dejar su esencia regional y su alma máter natural; esto tiene una explicación; el arraigo. La vida continuó, pero la obra permaneció enmarcada y celosamente protegida para beneplácito de sus coterráneos, como el más preciado tesoro que haya dado la prolífica región piurana.
Este es el caso de la obra de doña Luisa Elvira Castro Negrón de Quiroz, ilustre poetisa y representante del más genuino costumbrismo piurano.
Doña Elvira representa una larga data dentro de la cultura de su región, nació en 1931. Contribuye con un valiosísimo legado literario con poemas y composiciones.
Posee el don sublime de la declamación; es actriz consumada al ofrecer sus versos perfectamente enmarcados de dramatismo, entusiasmo, musicalidad o divertimento.
Basta con darle una mirada a obras como ESENCIA DE PIURANIDAD, en donde destacan sobresalientemente “Yo soy un danificau”, “Por Lima astau Nativa”, “La leva de Tarcilo”, “Que cholo mia tocau flojonazaso”, “Mañana es el diya de la venta”; entre otros escritos y canciones premiadas de costumbrismo, historia y tradición.
Gracias a su sobrino y amigo personal José Antonio Castro, hace algunos años llegamos a casa de la diva, ubicada en una agradable zona residencial en Piura; fuimos muy afortunados al compartir una velada mágicamente adornada de poesía y música; fuimos testigos presenciales de un excelso ramillete de versos, matizado por el canto y la guitarra de otro inmortal piurano, el maestro Víctor “El Patojo” Ojeda; un músico excepcional, creativo, original, honesto diría yo; tan encantador como doña Elvira, nuestra lujosa anfitriona. Entendíamos que la “piuranidad” se había puesto de manifiesto sin que nadie lo propusiera; y sucedió aquella noche de bohemia intensa e inacabable. Todo en un solo lugar, en un solo momento, en un solo abrazo de amistad y arte, en esplendor.
Mientras esto brotaba como un interminable manantial; me preguntaba que faltaría para que alguna narrativa diera a conocer esta mágica aventura y pudiese compartirla en alguna página principal de nuestra historia; que se necesitaría para que la obra de Elvira Castro de Quiroz cruce las fronteras norteñas y deje ese paternalismo cálido y engreidor de su región; que habría que hacer para que el legado camine por el Perú entero; para que el mundo la vea y para que su valiosísima obra trascienda…
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