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Empoderar a un tercero

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Fecha Publicación: 20/07/2019 - 21:50
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El premier Salvador del Solar respondió el miércoles pasado al emplazamiento que hiciera el gobernador de Arequipa, Elmer Cáceres, al presidente Martín Vizcarra, al darle 72 horas para anular la licencia de construcción otorgada a la empresa Southern. Es más, lo amenazó. Dijo que el Presidente será responsable de “los muertos que los problemas puedan traer”. Del Solar le respondió que “no hay espacio para ultimátums”. Añadió, en la otra mano, que “hay grupos que tienen legítima posibilidad en democracia de demostrar su oposición“ y que el diálogo determinará cuál es la estrategia que puede aplicarse.

Pues bien, el viernes se venció el plazo de 72 horas y el Gobieno no ha anulado la licencia que otorgó a Southern. Y ahora el gobernador de Arequipa, ¿va a hacer qué? –disparadero por no pensar. Al Gobierno le bastaba con no hacer nada –que es lo que mejor sabe hacer– para dejarlo en ridículo. Es lo que está ocurriendo.

“Son cuatro días de huelga… Esto se va a intensificar… y puede sumarse todo el sur del Perú”, volvió a amenazar en un tono ya cansino y gastado, a ver a quién lograba asustar. Y volvió a repetir los ruidos ya conocidos en el sentido de que no hay diálogo mientras la licencia siga activa. “Solo si se anula podemos sentarnos”, agrega, tratando de entreabrir una puerta que no es salida.

La pelota estaba en su cancha, solo había que dejarlo desgastarse, pero el Presidente no podía dejar de intervenir. Y lo hizo para dar medio paso atrás. “No habrá ninguna construcción si previamente no se sienta a dialogar la empresa con la población”, dijo. Ahora el diálogo es con la empresa. Pareció que le estaba endilgando a la empresa la responsabilidad de generar el diálogo lavándose las manos del asunto.

Fácil sería buscar las contradicciones entre el Presidente y su premier. Pero es una pérdida inútil de tiempo. El hecho es que, igual que en Las Bambas –otro “diálogo” estirado hasta la náusea–, el caso Tía María va camino de ser otro ejemplo de desmanejo penoso. Y esto ya está acabando con la paciencia del país.

Por supuesto que las opciones no son lavarse las manos o meter a la Policía en el lugar. Pero tampoco lo es improvisar como mediador a un obispo que bendiga el autoengaño de las partes y la mentira al país de un seudo diálogo que no llega a ningún sitio.

Pero ya que el Gobierno evidentemente carece de algo que proponer en el diálogo, y  puesto que a estas alturas no se le ocurre nada mejor que decirle a la empresa que arregle el asunto como pueda, la única verdadera solución es empoderar para esta negociación a un tercero que pueda aportar a las partes –a las autoridades y a la empresa, no ya al Gobierno, que no debe meterse ya– una propuesta para resolver el problema de fondo.

Una propuesta que haga girar al diálogo sobre sí y no sobre un intercambio puramente emocional y vacío entre una lista interminable de quejas y reclamos, de una parte, y de las otras apelaciones impacientes llenas de suficiencia a la “información objetiva” y a una “racionalidad” en la que la otra parte no cree.