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En el Día del Abogado

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Fecha Publicación: 01/04/2024 - 21:40
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Si volviera a nacer sería abogado. Estoy muy feliz con mi carrera. Paso el mayor tiempo que pueda extasiado en esta hermosa y amplia biblioteca que Liliana, mi esposa, construyó ad hoc para mí. Me cuelgo de este excusado introito para celebrar con todos los letrados peruanos y aquellos que en nuestro país ejercen la profesión de advocatus –como era en los tiempos de la Roma de Justiniano–, el Día del Abogado en el Perú, cuya emblemática efeméride se dio por la memorable coincidencia en este día –2 de abril–, de un lado, del fallecimiento del jurista criollo limeño, Vicente Morales Duárez (1755-1812), hace 212 años, que por las provincias americanas, llegó a ocupar la altísima membresía de presidente de las Cortes de Cádiz en 1812 (España) –la máxima condecoración del Ilustre Colegio de Abogados de Lima, que fue un inmenso honor para mí recibirla, lleva su nombre, y de otro, del natalicio, hace 190 años, del eminente hombre del derecho del Perú republicano del siglo XIX, el arequipeño Don Francisco García-Calderón L. (1834-1905), autor del “Diccionario de la Legislación Peruana”, elegido presidente provisional del Perú (1881), y que por rehusarse a firmar un tratado impuesto por Chile, fue enviado preso a Santiago durante la guerra.

A nivel nacional somos más de 140 mil abogados y prácticamente no existe universidad en el país que no imparta la carrera de Derecho. La crisis de la profesión se debe a que muchos abogados no están bien formados y por eso confunden la naturaleza de las instituciones jurídicas y hasta tienden a ideologizarlas, lo cual es grave para el objeto central del derecho pues no digo como Hans Kelsen que el derecho sea puro, pero su contenido no puede perder su esencia ontológica, que es el ser del derecho, y que éste es el mejor camino hacia la justicia. Son pocos los abogados que leen con rigor la ciencia del derecho y muchos los que leen poco o nada, prefiriendo las separatas a las obras completas de los publicistas. El abogado debe poseer una envidiable formación humanística –Basadre decía: “El mejor abogado es el que sabe historia”–, que es fundamental para desarrollar el criterio jurídico, que no es cualquier criterio, si no el indispensable para conseguir lo justo, que es la finalidad suprema del derecho. Los estudiantes de derecho no deben desesperar por las prácticas preprofesionales a poco de iniciada la carrera. Es un grave error. Las valiosas horas de esa larga etapa necesaria, rigurosa y apasionante de densa formación teórica, NUNCA, JAMÁS, serán recuperadas. Todo a su tiempo. Por eso, dijo bien el jurista uruguayo, Eduardo J. Couture: “El derecho se aprende estudiando y se ejerce pensado”. ¡Feliz día a todo los abogados y a los que están en camino de serlo!

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