¡En manos de quién estamos!
Cómo será de grave la coyuntura, que el siempre complaciente –por tanto ineficiente– Defensor del Pueblo tardíamente se dirigió al autócrata Vizcarra reprochándole porque “Cinco meses después de haber adoptado medidas, nos encontramos en el momento más crítico, con el sistema de salud colapsado, una extendida crisis social que afecta severamente los derechos fundamentales de las poblaciones más vulnerables, (…) reflejado en la pérdida de 6 millones de empleos (…) un incremento acelerado del número de personas contagiadas (…) Este lamentable escenario es el resultado de la clara deficiencia en la capacidad de gestión del Estado (…) Resulta preocupante que la reciente decisión del gobierno de restaurar las restricciones de los derechos que ya se habían levantado, entre ellos la cuarentena total los domingo, se haya realizado sin una debida motivación que evalúe su idoneidad (…) más aún si ya se implementó y se probó fallida (…)”. Por último, a qué extremo habrá llegado la grave situación sanitaria, económica y sociopolítica del país, que hasta el siempre obsecuente Cardenal Castillo se ha visto obligado a pronunciarse, por cierto muy indulgentemente, sobre el serísimo escenario en el cual Vizcarra ha colocado al Perú.
Sin embargo tanto Defensor como Cardenal han hablado de la crisis 160 días después de que Vizcarra lanzara al Perú al vació, obcecado por su incompetencia y afanes de figuración. Tarde piache. Porque los peruanos ya estamos entrampados en una tesitura de espanto, abandono, anomia y sin salida alguna por culpa de un infausto gobernante que pretendió dársela de estadista, demostrando su infumable incapacidad. “Gracias al cierre de todas las actividades ordenado en marzo, este país no registra más de 550,000 contagiados”, afirma la ministra de Salud, muy tolerante ella con Vizcarra, sin exhibir un solo fundamento científico/técnico que respalde su lavacaras al presidente. Idéntico ocurre con el premier quien sostiene –éste sí contra todos los razonamientos científicos que ha emitido la Academia– que “las pruebas rápidas son mejores que las moleculares”. Óigame, general ® Martos, no tiene usted derecho a desinformar así al país. La verdad es que el nivel del equipo que ha reunido Vizcarra para “coordinar” la lucha contra la pandemia es lo peor que pueda haberle ocurrido al Perú. Constituyen una partida de mediocres muy difícil de duplicar. Un grupúsculo, además de pedante, muy ignorante, en cuyas manos está el destino de 31 millones de compatriotas. Esto, ingeniero Vizcarra, en cualquier lugar del planeta se califica como irresponsabilidad, temeridad, bestialidad, y merece ser penado con el máximo rigor posible. Gobernar un país regido por la Constitución, enmarcado dentro del sistema democrático y sujeto a las regulaciones de un Estado de derecho, señor Vizcarra, no es buscar aplausos, tampoco salir en los medios a hablar sandeces, o usar el avión presidencial para viajar a Moquegua cuando se le ocurra; ni mucho menos clausurar el Parlamento porque le incomoda que no se arrodille frente a sus ucases. Aquello, ingeniero Vizcarra, se llama autocracia. Y su ejercicio también está penado. Sino fíjese dónde está el expresidente Fujimori. ¡Téngalo presente!