Entre "balas de plata" y "balas de fusil"
Por Omar Sumaria Benavente
Nunca antes, el Perú se ha encontrado secuestrado entre dos extremos que reclaman la representación de la mayoría del pueblo, cuando en realidad ninguno la tiene. Por un lado, un 19% apoyó una de las opciones y el otro apenas un 12%, sumado entre los dos alcanzaron someramente el 30%, significando que un 70% de la población no se encontraba de acuerdo con ninguna de las dos alternativas pero que, por motivos económicos, emotivos, proximidad ideológica, simpatías, antipatías u otros, optó por alguno de ellos, sin que esto significara su adhesión.
En este contexto, acostumbrados a que los gobernantes nos mintieran respecto de las ofertas políticas en campaña y las acciones realizadas en el gobierno, la única alternativa política que dijo lo que iba a realizar fue la que ganó, pero se votó sin creerle, no tomando muy en serio lo dicho pensando que era una oferta política más, y se iba a diluir en el tiempo y la negociación. Y ahora que las materializa gran parte de la población se siente atemorizada, escandalizada, enfadada y contradictoriamente engañada.
No obstante, al no tener la real mayoría de la representatividad nacional, los cambios propugnados por el Ejecutivo no se podrían ni deberían realizar siendo el Congreso el contrapeso político o bastión para evitar un despropósito. Pero, en el Hemiciclo en lugar de tomar su rol de contención política discuten acerca de la “bala de plata” por el temor al futuro cierre del Congreso, cuando días pasados un reconocido comentarista señalaba que tantas “balas de plata” se guardan para utilizar cuando el “hombre lobo” ya los devoró.
Y así tenemos, por un lado, a un Congreso fragmentado, desunido, con agendas particulares, que más teme por su cierre en lugar de servir de baluarte político de la democracia y, en el otro externo, un Ejecutivo prepotente, intransigente, avasallador, representando ambos sus propios intereses y no los de la verdadera mayoría.
Y es a que decir verdad, también hay irresponsabilidad del elector quien espera cinco años para ejercer su derecho y solo sale a manifestaciones públicas de manera coyuntural ante un problema concreto sin un rumbo definido compartida con los elegidos, estos últimos que no representan al pueblo, sino los intereses del líder del grupo político ya sean mercantilistas, como dueños o representantes de universidades, empresas, etc., o ideológicos como representantes de sindicatos, ONG u otros movimientos radicales. En otras palabras, los “representantes del pueblo” no representan a este sino a la voluntad del líder.
Y en esta discusión de extremos, y de los intereses de sus líderes, el verdadero pueblo que es el afectado ve cómo el dólar sube por las nubes, y por consiguiente el pollo vuela, y el pan desaparece de la mesa, y una tercera ola del covid-19 amenaza con venir, y la cola en migraciones cada vez se hace más larga.
En este escenario de conflicto, el Ejecutivo representado por el primer mandatario, que significa no el que manda, sino que tiene un mandato o encargo de su verdadero titular que es el pueblo debe velar por los interese de este, pero no del concepto imaginario producido por ese artificial 50% más uno de la segunda vuelta, sino por ese 70% que no se encuentra en ningún extremo. Y los representantes en el Congreso deben tomar conciencia que no representan los intereses del líder del grupo político sino del pueblo que los eligió. Cuando ambos poderes del Estado tomen conciencia real de su rol y a quienes a se deben, podremos salir de esta crisis y seguir adelante en un proyecto de país, sino estamos enrumbados ante el inevitable quiebre institucional.
Para más información, adquiere nuestra versión impresa o suscríbete a nuestra versión digital AQUÍ.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter e Instagram, y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.