ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Érase una vez en… Woodstock

Imagen
Fecha Publicación: 18/08/2019 - 21:00
Escucha esta nota

La semana pasada se cumplieron cincuenta años del mítico concierto de “tres días de amor, paz y música” de Woodstock, “el primer Congreso Eucarístico de la nueva religión rock”, según escribiera Bruce Cook en su libro Generación Beat . Woodstock también fue un hito del hippismo, movimiento libertario y comunal vinculado con la “contracultura de las drogas”, en los tiempos en que se pensaba erróneamente que ciertos alucinógenos como el ácido lisérgico (LSD) podían expandir la mente; pero el mayor valor de los hippies residía en su mensaje pacifista en plena guerra intervencionista en Vietnam, la formación de comunas donde se practicaba una vida solidaria, y su visión absolutamente permisiva (y no represiva) respecto de las relaciones sexuales de los grupos involucrados.

Los ecos del mayo del 68 francés y ciertas doctrinas anarquistas y socialistas aurorales estaban en la base del sueño hippie, en el cual confluyeron poetas, artistas y músicos relacionados al universo rock, en pleno despliegue de la psicodelia y el rock ácido californiano. El festival de Woodstock, precedido un año antes por el de Monterrey, fue la cumbre, el símbolo y, posiblemente, el final de la utopía hippie. En un inicio fue pensado para albergar a cien mil personas previo pago de ingreso, pero los miembros de la comuna Hog Farm decidieron acatar “el antiguo principio de que cuando la violación es inevitable lo mejor es acostarse y tratar de disfrutarla” (Cook dixit ) y convencieron a los productores para “liberar el festival”. Ese fue el motivo por el que una multitud de más de 400 mil jóvenes pudo disfrutar, gratuitamente y en medio de una torrencial lluvia, los sonidos distorsionantes de la guitarra eléctrica de Jimi Hendrix, así como de otros íconos musicales de la época como Santana, los Who, Janis Joplin y Joe Cocker.

El festival duró del 15 al 17 de agosto de 1969; unos días antes, el 9 de agosto, la secta La Familia de Charles Manson asesinó cruelmente a Sharon Tate, la actriz-musa y esposa de Roman Polanski, y a quienes tuvieron la mala fortuna de estar en su mansión ese día (aunque no fueron sus únicos crímenes). La reciente película de Tarantino, Érase una vez en… Hollywood , recrea muy bien la atmósfera del Rancho Spahn, donde se solía filmar westerns y donde se asentó la secta La Familia Manson. Si bien la cinta reedita la intención ucrónica de Bastardos sin gloria , ofrece una incomprensible parodia del hippismo y una aún más grotesca asociación entre los lemas hippies y la criminalidad errática de la secta de Charles Manson, en un reduccionismo histórico que no está justificado por su fascinación por las películas de serie B o sus exabruptos gore . En todo caso, para entender el espíritu de la época, mejor que contagiarse del sentimiento antihippie de Tarantino, sería recomendable ver el film Woodstock , de Michael Wadleigh, u otra película legendaria como Easy rider (1969) de Dennis Hopper, protagonizada por él mismo, Jack Nicholson y el recientemente fallecido Peter Fonda.