Es necesario un nuevo país
Un país es una comunidad social basada en un territorio donde ejerce jurisdicción una organización política establecida, constituida por órganos de gobierno soberanos. Por lo que es independiente políticamente de otras comunidades.
La nación peruana es privilegiada. Tiene arraigos muy antiguos, y está formada por aportes de distintas culturas y civilizaciones. Además, a diferencia de otros países, conservamos una importante población autóctona, a la que sumó una migración de todos los continentes. El Perú está situado en un territorio también extraordinario, generoso en frutos, un mar proveedor y un subsuelo que mantiene reservas de minerales para muchas generaciones.
Las carencias están en los sistemas administrativos, judiciales y políticos, que mayormente hemos importando de otras latitudes y que aplicamos suponiendo ideologías que están distantes de una realidad tan compleja y diversa como es el Perú. Una expresión de ello es que el Perú tiene una docena de lo que llamamos Constitución, que en realidad son programas políticos estructurados en un conjunto normativo. Es decir, que nuestro país se ha constituido doce veces, y en ninguna de estas oportunidades lo hizo de modo duradero. Una verdadera Constitución, como su nombre lo indica, es la partida de nacimiento, con la que se constituye un Estado. Que se puede enmendar, como los EEUU o Alemania.
No todos los pueblos tienen la misma suerte que el peruano. Por ello al hablar de un nuevo país, me refiero al contexto mundial, en el que sí es necesario crear un nuevo espacio jurídico y político que pueda acoger a los setenta millones de refugiados en el mundo. Recordemos que la Segunda Guerra Mundial trajo un nuevo orden político y territorial.
En 1948 se fundó Israel un Estado, libre y justo, para la nación judía, a través de las Naciones Unidas. Luego, en medio del enfrentamiento entre dos bloques antagónicos, se crearon varios países, especialmente en África, bajo la modalidad de descolonización, con apoyo de la misma ONU, proceso en el que participé como diplomático peruano, bajo las órdenes de Pérez de Cuéllar.
Las guerras siempre producen personas que necesitan amparo. En el 2015 cuando vino la gran ola de refugiados de Siria a Europa, conversé con la entonces jefa del Gobierno alemán, Angela Merkel, sobre la necesidad de estudiar la creación de un nuevo Estado para acoger refugiados. Su primera inquietud -positiva- la planteó con la pregunta: ¿dónde? Le recordé entonces, a modo de ejemplo, que había regiones en América del Sur en las que existe una amigable presencia jurídica europea, como en la región de las Guayanas, que permitiría las garantías y protección que necesitan los refugiados, así como las posibilidades reales de que encuentren perspectivas para desarrollar en el futuro un nuevo país.
Estos planteamientos recobran validez estos días aciagos en los que se incrementa un movimiento migratorio carente de seguridad.
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