Escritor de raza
Uno de los grandes estudiosos de la literatura me dijo en una conversación casual cómo no debía escribirse una novela. No sabía que escribía una y las fallas hipotéticas coincidían con el inédito que más pronto que tarde me encargué de quemar. La opinión ajena al escritor parece predominar y, a veces, es sobre lo que más se discute.
Los escritores suelen tomar demasiado en serio lo que los críticos dicen y tanto que de no ser por persistencia, la literatura se hubiera extinguido. Hace algunos años el escritor Julian Tepper, que trabajaba en una tienda de delicatesen, vio a Philip Roth y, empeñado en ser catapultado, le obsequió su novela “Balls”. Roth estaba a unas semanas de jubilarse de la literatura tras “Némesis”, hojeó con desdén el libro y sentenció: “Yo dejaría la literatura, hazlo ahora que puedes. Es un camino horrible, una tortura. Escribes y entonces tienes que tirar la mayor parte porque no está a la altura. Yo te diría que lo dejes. Este es mi consejo”.
Las palabras no cayeron bien, algunos escritores se pronunciaron y Tepper, a sabiendas de la insatisfacción del fatigado Roth, persistió. Pocos lo hacen. Es la actitud que se espera de quien ama lo que hace sin aguardar el veredicto de nadie. Hay tantos escritores muy jóvenes que se agencian del correo electrónico de una luminaria premiada de las letras para que recomiende o juzgue su obra, pero la respuesta del grande pareciera fabricada por un robot: “El señor… no podrá leerla…tiene la agenda llena, pero le agradece el envío”, lo que se reduce a “no me importa tu novela ni tu destino ni tu vida”. Nunca busques la palabra del supremo, lee a Rilke; hay más sabiduría en sus consejos a los jóvenes que en la indolente frase seca de quien ya tiene fama.
La anécdota de Roth conduce allí mismo (lo hallé en Iberlibro) a una anécdota más instructiva, una que los jóvenes escritores deben imitar. Lo cuenta Paul Bowles y cito: “Un día Truman Capote nos trazó su plan literario para los siguientes veinte años. Era tan detallado que por supuesto lo tomé como una fantasía. Parecía imposible que alguien supiese con tanta anticipación lo que iba a escribir. Pues bien, todas las obras que había descrito en 1949 fueron apareciendo, una tras otra, en los años posteriores”. Ahora ya sabes lo que es ser un escritor de raza.