“Este es el pan que el Señor os da como alimento”
Queridos hermanos, estamos en el domingo XVIII del tiempo ordinario. La primera lectura es del libro del Éxodo, donde dice que el pueblo de Israel estaba en el desierto y comenzaron todos a murmurar contra Moisés y Aarón diciendo: “Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto. Nos acordamos de las ollas de carne que comíamos en Egipto y nos habéis traído al desierto para matarnos a todos de hambre”.
Es impresionante porque cuando murmuramos, el hombre se corrompe y le entra lepra en su espíritu. El Señor dijo a Moisés: “Voy a hacer que llueva comida del cielo. La gente saldrá diariamente a recoger únicamente lo necesario para el día”. Comer lo necesario, vivir lo necesario, no proyectarnos en las agendas donde ponemos la vida. Dios quiere que vivamos el hoy.
El Señor dirigió a Moisés y le dijo: “He oído murmurar a los israelitas. Diles que al atardecer les daré carne y por la mañana comerán hasta saciarse, así sabréis que yo soy el Señor vuestro Dios”. El Señor les mandó codornices y Maná. Qué importante es esto, porque el Señor enseña al pueblo de Israel a vivir el hoy, a vivir la felicidad sin ambicionar.
Por eso, respondemos con el Salmo 77: “El Señor les dio un trigo celeste, y contaremos lo que Dios ha hecho con nosotros a la siguiente generación. Hizo llover sobre ellos Maná y les dio un trigo celeste”.
Pues bien, hermanos, la segunda Palabra que nos da la Iglesia es de San Pablo a los Efesios: “No viváis más como paganos”. ¿Y cómo vivimos como paganos? Murmurando y ambicionando el futuro y el dinero. Despojaos de vuestra vieja naturaleza, que está corrompida por los malos deseos, y revestíos de la nueva naturaleza creada a imagen de Dios. Esta es la gracia que Dios da a los cristianos, vestirse de una nueva naturaleza.
El Evangelio de San Juan dice que Jesús llegó con sus discípulos, subió a las barcas y se dirigió a Cafarnaúm. La gente no lo veía ni lo encontraba, y cuando lo encontraron le dijeron: “Maestro, ¿cuándo has venido aquí?”. Jesús les respondió: “Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros”.
Es decir, la gente quería satisfacción inmediata: comer, beber, tener plata, y no ver la obra de Dios. La obra que Dios quiere es que creamos en Él. Esa es la comida que nos dará el Hijo del Hombre. ¿Cuál es la comida que nos da Jesús? Nos da su ser, su naturaleza. La obra de Dios es que creamos en aquel que Él ha enviado.
¿Y cuáles son las obras? Las obras que Él ha creado es la Iglesia, para que tú y yo seamos felices. Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo, sino mi Padre.
Y este pan que Dios da tiene el poder de saciar y de hacer feliz, de dar libertad. Pues bien, hermanos, que el Señor os conceda en este día apoyaros en lo que está firme, es decir, en el hoy de Dios. Porque el Maná significa “Dios provee”.
Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo esté con todos ustedes.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao