«Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo»
Queridos hermanos:
En este Domingo estamos celebrando la Transfiguración del Señor. Un día como hoy murió Pablo VI. ¿Qué nos dice la Palabra que nos da la Iglesia? ¿Cómo es este Dios que viene a salvarnos? Este Mesías viene vestido de blanco, como la nieve, signo del bautismo que instaura la Iglesia, por eso también la túnica blanca en el bautismo. ¿Cómo será este Mesías? Tendrá sus ruedas que serán llamaradas, es decir, no estará instalado, aburguesado, no será consumista, sino que es un hombre que vive en la precariedad, en movimiento. “Y un río impetuoso de fuego brotaba delante de Él”.
Este río es el bautismo, millones estarán a sus órdenes, un pueblo entero. Es lo que estamos experimentando nosotros, somos el pueblo de Dios que recibe esta gracia. “Y abrían los libros”, es decir, la Biblia, la Palabra De Dios. “Y mientras miraba la visión nocturna entre nubes…”. Interesante, hace presente el Sinaí, este nuevo Sinaí que va a hacer la transfiguración del Señor. Este hombre, hermanos, tiene poder, su dominio es eterno y su reino no tendrá fin. Invoquemos este poder del Señor, que es el Dios del Sinaí, el Dios de Jesucristo, el Dios que presenta la Iglesia y tiene poder para sacarnos de la muerte de nuestros pecados y llevarnos con Él al cielo y experimentar la Vida Eterna aquí en la tierra.
Respondemos con el Salmo 96: “El Señor reina altísimo sobre toda la tierra”. Los montes, las dificultades, se derriten como cera ante el dueño de toda la Tierra, ante este poder los cielos pregonan la justicia. La Torá, el Sermón de la montaña y todos los pueblos contemplarán su gloria. El Señor es encumbrado por encima de todos los dioses. ¿Qué estamos viendo en estos días? Vemos que estamos llenos de idolatrías: al dinero, al sexo, al trabajo, ¡a pasarlo bien… al internet y a la vanidad! Hermanos, invoquemos el nombre de Jesús, el verdadero Dios y Señor, sólo en Él encontraremos nuestra felicidad.
La segunda Palabra que nos da la Iglesia es de la Segunda Carta de San Pedro que dice quién es este Mesías que viene. No es una fábula, son hechos concretos. Se anuncia lo que hemos tocado, porque somos testigos oculares. El cristianismo no son historietas, no son retazos pasados, sino que son hechos que tienen el poder de transformar tu vida. Este hijo amado, el predilecto, está vivo. Esto nos lo confirma la palabra a través de los profetas cuya misión es la de anunciar esta salvación. Este poder está por encima de todo poder y de toda pretensión.
El Evangelio de San Mateo dice que “Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y a su hermano Juan”. Estos son los mismos testigos de la agonía de Jesús, donde se realiza el misterio Pascual. Dice que el Señor los llevó aparte, a una montaña alta: el nuevo Sinaí; y se transfiguró delante de ellos, su rostro resplandecía como el sol, como el de Moisés. Esto es lo que trae el cristianismo: la sobrenaturalidad. La divinidad de Jesús, el cristianismo, es del cielo, por eso nuestro partido político es el reino de los cielos. “Y sus vestidos se volvieron blancos como la luz”, es decir, fueron transformados. Moisés y Elías aparecen hablando con Jesús, que es el centro. Cristo es el Centro de la Ley y los Profetas. “Y cuando estaba hablando apareció una nube luminosa”, es la luz “tabúrica” que dicen los Padres de la Iglesia, la luz del Tabor. Y se oyó la voz del Padre que dice al pueblo: “Este es mi hijo amado, mi predilecto, escuchadlo”. Qué importante, hermanos, es escuchar a Jesús que tiene poder sobre lo que nos mata y nos destruye. Levantaos, dice el Señor, y no temáis. Esta Palabra es una buena noticia que nos da en garantía el Señor para esperar en Él. Hermanos, todo pasa, solo Dios perdura.
Que la bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos ustedes. Ánimo, hermanos, dejemos que el Señor transfigure nuestra vida. Quiere hacer de nosotros un hombre nuevo, quiere darnos un semblante nuevo, el de Jesús de Nazaret. Recen por mí porque yo también lo necesito como ustedes. Un fuerte abrazo a ustedes y buena fiesta de la Transfiguración del señor.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. Del Callao
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