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Ética para el profesor (I)

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Fecha Publicación: 04/11/2022 - 22:50
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Por César Alfredo Montes de Oca Dibán

Desde la antigua Grecia, con el maestro Platón -seguidor de Sócrates- y su discípulo Aristóteles tenemos conceptos sobre la ética y la moral, ambos conceptos enfocados en cómo debemos vivir para alcanzar la felicidad.

Especialmente, tenemos la obra nombrada “Ética a Nicómano” (Aristóteles, siglo IV a. C.), su hijo, para explicarle que poner en práctica -mediante los hábitos y las costumbres- las virtudes del hombre para crear un buen vivir es, en resumen, la ética.

Siglos después, entre tantos filósofos que trataron el tema, encontramos al español Fernando Savater, quien, en 1991, publicó una obra titulada “Ética para Amador”. En este texto, cual pensador griego, también se dirige a su hijo para explicarle sobre la ética y la moral.

Entre estos textos y muchos otros relacionados entre sí, puede decirse que la ética es la disciplina filosófica que estudia el bien, el mal, lo correcto o incorrecto del comportamiento humano y de las costumbres y normas sociales que deben observarse en este contexto.

La ética está constituida por los principios o valores que aplicamos en nuestro quehacer cotidiano y nos hacen sentirnos bien, y la moral aquello que aceptamos como práctica social o, como se dice, lo socialmente aceptable.

Todo esto es relativo en la medida que estos conceptos podrían ser considerados buenos para unos y quizá malos para otros. Todos tenemos una tabla axiológica de valores que, consciente o inconscientemente, vamos formando en nuestro día a día y ello es producto de nuestra educación, relacionales familiares y sociales, y, en fin, del entorno social.

Por ello, podemos apreciar comportamientos variables -éticos o no- según procedencia, instrucción, ocupación, cargo, posición económica, etc., tales como integridad, puntualidad, lenguaje, vestimenta, afecto, honestidad, soberbia, entre otros.

Así las cosas, nuestra sociedad eligió a zascandiles, cuyos nombres están presente a diario por estar vinculados en escándalos. Este actuar es probable que sea apreciado como bueno o ético por algunos o por quienes los eligieron, y para muchos otros es lo diametralmente opuesto. Lo contrario, por si alguno de los primeros no logra percibir.

Ahora somos más que conscientes si tenemos en cuenta que pensar y actuar en el bien común para desarrollo de nuestra nación es un actuar ético y aún más de quienes nos representan.

Pero, además de solamente indignarnos, debemos enfocarnos en corregir nuestro actuar antiético de haber seleccionado a personas carentes de valores y que olvidan el bien común, demostrándonos haber engañado a la población y solo buscan enriquecer a su entorno mediante actos ilegales. ¿¡Cuándo aprenderemos, Perú!?

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