Evitemos convertirnos en “bombas de tiempo”
Detrás de la ira siempre se esconde una tristeza o un gran sufrimiento. ¿Te ha pasado alguna vez que has explotado por algo que parece insignificante o has sido testigo de algo similar? Pues se trata de activadores. Pueden ser cosas, palabras, frases, sonidos, situaciones que, de pronto, pueden hacerte perder el control y estallar en cólera. Tú no te das cuenta, pero ese activador trajo a tu mente un recuerdo doloroso.
Por ejemplo, un niño que lleva días o meses sin poder jugar con sus padres porque siempre le responden que están ocupados o muy cansados. El niño se guarda el dolor del continuo rechazo. Y cuando busca a sus amigos para jugar y alguno de ellos le dice que no puede salir porque está cansado, ese será el activador: “estoy cansado”. La misma frase que le dicen sus padres todos los días.
Entonces, tras el activador, el niño empezará a gritarles a los amigos, quizá les dirá una retahíla de insultos o tal vez llegue a agredirlos físicamente, provocando una pelea entre ellos.
Este tipo de situaciones nos puede pasar a todos si no hablamos lo que sentimos. Si nos callamos y acumulamos por mucho tiempo un sufrimiento, culpa, preocupación, rencor o molestia, nos podemos convertir en una verdadera “bomba de tiempo” que, en cualquiera, podría provocar una hecatombe, dañando a todos a su alrededor.
Toda explosión emocional trae consigo gritos. Y puede escalar rápidamente a insultos, juzgamientos, calificativos, agresiones físicas e incluso hasta asesinatos involuntarios.
Cuanto más grande sea el sufrimiento o la herida emocional, el estallido puede ser muy grave. Por eso es muy importante que todos tengamos espacios diarios de distensión, escucha consciente y diálogo asertivo.
Si somos padres, necesitamos estar muy atentos y escuchar todos los días a nuestros hijos y, aunque quizá no quieran contar todo, recordarles que siempre estaremos a su lado para escucharlos, corregirlos, guiarlos y entenderlos porque son aprendices de vida al igual que nosotros.
De igual manera, es clave la comunicación y el afecto diario entre las parejas. Menos pantallas, más compartir en familia y diálogo para lograr entendimientos. Si algún familiar o amigo ha tenido un estallido reciente de ira, observemos lo ocurrido con compasión y hagamos esfuerzos para entender que esa persona está sufriendo por algo en particular. Recuérdale que siempre estarás dispuesto a escuchar.
De igual forma, mira dentro de ti y obsérvate cómo te estás sintiendo y, si tienes un sufrimiento adentro, busca procesarlo y convérsalo. Tratemos de expresar lo que sentimos sin expresar calificativos y hablemos con la verdad, para evitar daños colaterales.
Aunque te dé miedo hablar de ello porque te resulta difícil o te duele mucho, es necesario que lo hagas por tu salud mental y física. Y si necesitas hablar algo delicado y te da miedo cómo reaccionará la otra persona, busca un mediador para que los ayude a generar un espacio de distensión y encuentren solución al conflicto.
De ahí que sea muy necesario que las municipalidades cuenten con conciliadores y mediadores que brinden orientación y soporte socioemocional a las parejas y familias para prevenir casos de violencia. Lo más importante es encontrar rutas de distensión y encuentro para propiciar un diálogo sincero que fortalezca las relaciones y evite explosiones emocionales graves.
Inténtalo por ti y por tus seres queridos. ¡Gracias por existir! ¡Bendiciones!
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