Evo, camuflado en la Tercera Edad

Evo Morales se encuentra oculto en la zona cocalera del Chapare, rodeado de 200 guardaespaldas, evadiendo una citación fiscal para responder por el delito de violación a una menor de 16 años, con quien tiene una hija.
Su abogado, Jorge Pérez, “fundamentó” la inasistencia argumentando que “está enfermo” y es “una persona de la tercera edad”.
El candidato presidencial, Branko Marinkovic, que lo conoce muy bien, respondió indignado que “sabía que el pedófilo no se iba a presentar a declarar. Está buscando refugio en el Chapare, protegido por cocaleros, narcos y parte del gobierno, como siempre ha hecho. Dice que por su edad no asistió, pero eso no le molestó para buscar niñas y abusarlas”.
Así se desarrolla este sórdido trama en circunstancias de que en abril se cumplen cinco años del ilegal arresto de la exmandataria boliviana, Jeanine Áñez, encarcelada por decisión de Evo Morales, del presidente Arce y del Movimiento al Socialismo.
Según confesión pública del líder cocalero, los tres estamentos decidieron que la señora Áñez fuera procesada en un juicio ordinario y no de responsabilidad, a la que tenía derecho en su condición de exjefa de Estado; por tanto, de acuerdo con la ley, primero el Congreso debió levantar el fuero y, si los legisladores votaban a favor, comparecer en la Suprema Corte de Justicia.
Sobre este episodio, el rector de la Universidad Autónoma de Chile y excanciller, Teodoro Ribera Neumann, recordó que la exmandataria primero estuvo diez meses encarcelada bajo la arbitraria modalidad de “detención provisional” y luego condenada a diez años de prisión bajo la falsa imputación de asumir inconstitucionalmente la primera magistratura.
El exministro chileno sostuvo que “un referéndum realizado en 2016 rechazó la intención de Evo Morales de postularse por cuarta vez a la presidencia de Bolivia, pero 12 meses después, una atropelladora sentencia del Tribunal Constitucional Plurinacional torció la voluntad popular y, desconociendo la expresa prohibición constitucional, habilitó su reelección”.
Luego agrega que el proceso del 2019 fue “ensombrecido por una serie de irregularidades [que dieron lugar] a semanas de convulsión social, las que, unidas a la presión nacional e internacional, impidieron la concreción de un fraude. En este vacío político —agrega— la entonces senadora Áñez Chávez asumió la presidencia constitucional, que después fue ratificada en el cargo por el Tribunal Constitucional”.
Asimismo, manifestó que su país y otras naciones de la región, incluyendo al Perú, reconocieron a la señora Áñez y por tal razón reclamó un pronunciamiento sobre el tema; es decir, que no se mantenga silencio ante ese y otros graves atropellos que ocurren en Bolivia.
Recordemos que, durante su corto período, la exmandataria respetó la independencia de poderes, convocó a elecciones generales y entregó la presidencia al ganador de los comicios, Luis Arce Catacora, candidato de Morales, que asumió el cargo en noviembre de 2020.
A diferencia de Morales, la señora Áñez no se escondió, no solicitó respaldo a Cuba, Venezuela o al Foro de São Paulo, ni asilo al gobierno mexicano de López Obrador, que concedió generosamente esa protección diplomática, que el frustrado golpista aprovechó para ordenar a sus militantes bloquear el ingreso de alimentos a las ciudades.
En suma, la señora Áñez se quedó en su patria, soportando una ruidosa campaña de calumnias y amenazas del bloque oficialista, acusada de sedición y terrorismo, al igual que hicieron las dictaduras que integran el Socialismo del Siglo XXI y la red de partidos comunistas del hemisferio.
La OEA denunció que no fue encausada de acuerdo con derecho, acto de barbarie que también registra la Unión Europea, el Relator Especial para los Derechos Humanos de la ONU y el Comité contra la Tortura del organismo mundial, así como 25 expresidentes de Iberoamérica.
Callar ante estos atropellos legitima a los regímenes totalitarios, a los rufianes.
Siempre hay que recordarlo para construir una conciencia democrática en el hemisferio.

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