¿Existe la llamada inteligencia artificial?
Es un privilegio mismo de la capacidad creadora que la inteligencia natural nos brinda, la de dar una denominación a las cosas. A alguien inteligente y creativo se le ocurrió en estos tiempos dar el nombre de inteligencia artificial a una serie de actividades que pueden realizar objetos o máquinas creados por el hombre, a las que los seres humanos instruyen para que copien o simulen la actividad humana. A los que ven en la venta de ello un gran negocio les conviene promover ello, e incluso han inventado para ello –y la comprensión de los menos inteligentes– la sigla IA.
¿Pero qué es eso? Sin duda algo novedoso, y como tal llama la atención. Más aún porque puede facilitar el trabajo sustituyendo algunas tareas. Esto ya se venía desarrollando desde que se descubrió hace muchos años una serie de inventos. Como hace más de dos siglos, la bicicleta. Que no sustituye el caminar, pero sí, en cortos trayectos y a un número de personas aptas, facilita el traslado de un lugar a otro. Ahora, más allá de la idea primigenia, incluso se ha convertido en instrumento de diversión y deporte.
Llamar a todo ello –que es un cúmulo virtuoso de información– inteligencia, es algo atrevido. La capacidad creadora humana, no solo tiene un origen y manifestación en el campo tecnológico. Sino especialmente en el de la sensibilidad y los sentimientos. De ahí nace la ética, la moral, así como muchas cosas esenciales para valorar a la persona humana. Que en definitiva no es sustituible, además, no todo lo que se denomina con la palabra inteligencia, es algo permitido ni positivo. Ni lo que esperamos de ello. Basta recordar las acciones que hacen los que se denominan Servicios Secretos en diversos países cuyas acciones las autocalifican con la palabra “Inteligencia”.
Se podría afirmar que las cosas existen, cuando se les da un nombre. Así podríamos aceptar lo de la IA, Siempre y cuando sepamos cuidarnos de que no hagan negocio con nuestra ingenuidad aquellos que captan la tecnología, y además controlan los modos más sutiles de promover el consumo de esta. De lo contrario, al comprar estos productos, nos podemos quedar más pobres. Recordemos que el Banco Mundial ha anunciado que en el Perú son siete de cada diez personas las que viven en pobreza. Esto es real, y no artificial. Se ve en las calles, no en las pantallas.
No hay que ser muy inteligentes –esa capacidad de distinguir lo principal de lo accesorio– para saber que lo artificial funciona solo cuando el hombre lo crea o programa, en cambio la creatividad se basa en sensibilidad y buen gusto atributos humanos.
Ello se hizo evidente en una reciente reunión en Alemania que convocó a profesionales gastrónomos y músicos peruanos que además permitió mostrar la virtud de la migración e integración para la creatividad. Tuvo lugar en el Restaurante Koya en Múnich donde se inventó un trago a base de chicha morada y pisco, así como se exhibe una buena biblioteca de libros peruanos.
Una embajada cultural que prestigia y es la suma de inteligencia real.
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