Exportar, sin competitividad ni sostenibilidad, no basta

La generación de información económica que sirva de base para un plan de gobierno debería convertirse en un instrumento vinculante de política pública, que permita conocer a los candidatos a través de sus propuestas. De ahí que empezamos por el valor de las exportaciones: la mayoría, aún, sin valor agregado.
Durante los primeros cinco meses de 2025, la balanza comercial del Perú registró un superávit acumulado de 9,690 millones de dólares, frente a los 7,536 millones del mismo periodo en 2024, lo que representa un incremento del 12.2%. En ese lapso se exportaron bienes por 32,877 millones de dólares e importaron productos por 23,186 millones. Este desempeño positivo responde, en parte, al aumento de los precios del cobre y a la reducción de los costos de transporte internacional, consecuencia de la desaceleración económica global y de la progresiva recuperación del turismo receptivo en el país, aún distante de su potencial.
El Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) proyecta un superávit comercial anual de 28,407 millones de dólares para 2025, y de 30,677 millones para 2026. En ese marco, se estima que las exportaciones de 2025 aumenten en 11%, mientras que en 2026 crecerían 5.7%. Esta expansión estaría sostenida principalmente por el dinamismo de la minería, la agroindustria y la pesca, favorecidas por la evolución positiva de los precios de metales como el oro, el cobre y el zinc, así como de productos no tradicionales, especialmente pesqueros, siderometalúrgicos y químicos.
La estructura exportadora del Perú se mantiene concentrada en la minería, que representa cerca del 60% del total exportado, destacando el cobre, oro, zinc y hierro. Le siguen la agroindustria, con productos como arándanos, uvas, espárragos y palta; la pesca, principalmente con harina y aceite de pescado y conservas; y la manufactura, especialmente textiles y productos químicos.
En cuanto a las importaciones, el BCRP proyecta un crecimiento de 7.8% en 2025, alcanzando los 56,088 millones de dólares, y de 4.0% en 2026, con un total estimado de 58,639 millones. Debemos recordar que el Perú importa el 80% del combustible y del trigo que se consume, lo que nos pone en una posición vulnerable desde lo energético y lo alimentario.
En un entorno internacional cada vez más marcado por el proteccionismo, el Perú debe reafirmar su apuesta por la apertura comercial. La diversificación de mercados se vuelve una estrategia clave para enfrentar nuevas barreras arancelarias y asegurar un crecimiento sostenido del comercio exterior. Aprovechar al máximo los acuerdos comerciales vigentes y fortalecer las relaciones con socios estratégicos permitirá al país posicionarse de forma más sólida ante los desafíos globales.
En términos estratégicos, el país debe avanzar en la firma de nuevos Tratados de Libre Comercio con economías emergentes como India, Indonesia y Filipinas, y al mismo tiempo consolidar su presencia en mercados como China, Estados Unidos y la Unión Europea. También se vuelve necesario alinear la política exportadora con estándares ambientales cada vez más exigentes, impulsando certificaciones como “Carbón Neutral” en el agro, que permitan acceder a nichos de alto valor agregado.
Sin embargo, Perú, hasta ahora, mantiene una estructura exportadora primaria (minería y agro), pero con oportunidades para diversificarse hacia manufacturas y servicios. La clave será: aprovechar los TLCs para reducir dependencia de mercados externos; atraer inversión en infraestructura y tecnología; y Gestionar riesgos sociales y ambientales para asegurar sostenibilidad. Si se manejan bien estos factores, el comercio exterior peruano podría consolidarse como motor de crecimiento económico.
En suma, el éxito de la política de comercio exterior del Perú dependerá de la capacidad del Estado y del sector privado para diversificar mercados, mejorar la infraestructura logística y adaptarse a los cambios geopolíticos, comerciales y climáticos del nuevo contexto internacional.

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