Familia: memoria e integración
Vienen bien unas líneas acerca de la importancia de la integración familiar. De intento, tomo prestado un historieta de Quino. Miguelito pregunta: “Decíme, Mafalda, ¿antes de nacer nosotros existía realmente el mundo? ¡Mirá que sos tonto, Miguelito! ¡Claro que existía! Luego de pensar un momento, Miguelito pregunta: “¿Y para qué?” En efecto, el niño con respecto al mundo es un descubridor y un conquistador.
Sin duda, las cosas existían, estaban antes que él, pero al entrar en contacto, aquellas –en cierto modo– pierden su condición de universal: se hacen parte, se dejan apropiar, y sólo en este sentido se establece una relación; es decir, las cosas que rodean al sujeto le modifican de alguna manera y al hacerse cargo, su propio ser se enriquece. Por eso, se puede afirmar que el conocer “es un cierto hacerse con lo conocido”.
El acto de conocer es inédito, es novedad y es estreno que no sería posible si el hombre no fuera racional ni originario. La vida de un hombre no comienza desde la nada, en cierto sentido se monta sobre la herencia constituida por el mundo vivido por quienes le han precedido. El patrimonio cultural y la lengua – expresión del vínculo social con otros hombres– se reciben y se transmiten directa, dosificada y exclusivamente por la propia familia.
“A través de la educación familiar participáis en una cultura concreta, participáis en la historia de vuestro pueblo o nación. El vínculo familiar significa la pertenencia común a una comunidad más amplia que la familia, y a la vez otra base de identidad de la persona (…) El concepto de ‘patria’ se desarrolla mediante una inmediata contigüidad con el concepto de ‘familia’ y, en cierto sentido, se desarrolla el uno dentro del ámbito del otro”.(Juan Pablo II, 1985).
La familia como institución juega un papel preponderante en la memoria e identidad de las personas y, por tanto, de los pueblos. La historia, compuesta por las gestas biográficas de los antepasados, las costumbres, las tradiciones, y las creencias se atesoran de generación en generación y desde ese mismo modo se van transmitiendo.
El hombre supera el paso del tiempo al retenerlo a través de la memoria. El tiempo lo vive sucesivamente, pero lo recuerda de modo simultáneo. La memoria familiar soporta el presente del hijo en su camino hacia el futuro, no sólo porque lo entronca con la cultura sino porque en ella fundamenta y descubre su identidad.
Las raíces, la memoria, la cultura… transmitidas por la familia activan el conocimiento del entorno, definen la personalidad y forman “hijos” de la patria. La familia no es solamente una relación entre dos personas que deciden formarla, ellas crean una institución que los trasciende y se integra dentro del gran plexo social, cultural e histórico que es un pueblo o una nación.
En la familia se aprende a ser persona, se muestra la intimidad que es lo que distingue y singulariza, a la par que también se aprende a abrirse y trascender a la sociedad.
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