Fantasía con f de fantoche
La última semana fuimos testigos de todo el escándalo del Rolex, el wayki, la cajita usada, etc. La trasmisión en vivo del mensaje presidencial daba cuenta de una obra de teatro muy bien preparada, estudiada y puesta en escena. Nuestra mandataria, disculpen, “la primerísima actriz”, hacía uso y abuso de todos los medios para mantener la atención de toda la audiencia. Al finalizar el mensaje presidencial, que de mensaje solo tenía el nombre, sentí vergüenza ajena, y más que pena sentí impotencia por la forma cómo se nos trata a quienes nacimos en estas hermosas tierras con riquísimas montañas.
De las primeras impresiones que manifestaban las personas una me impactó: “Fantoche”, expresada con indignación, rabia y decepción. Sí pues, no se podía expresar algo diferente de quien hace todo para merecerlo. A pesar de ello, en mi fallida fantasía, asumí la defensa de quien nos representa y debiera ameritar todo nuestro respeto. Quería rebatir tamaña ofensa, pero mis argumentos hacían agua y se desinflaban como pelota agujereada a más no poder. Tratando de hallar alguito en su defensa fui en busca del diccionario de la Real Academia Española (RAE), sospechando que mi esfuerzo resultaría mucho más difícil que buscar una aguja en un pajar. Lo que encontré fue contundente de inicio a fin, no admitía duda alguna. Según la RAE, la primera acepción de “fantoche” hace referencia a una “Persona grotesca y desdeñable”, en pocas palabras un simple adefesio que no sabe por qué está sentada ahí; la segunda, se refiere a un “Sujeto neciamente presumido”, alguien que presume de lo que no es, fanfarronea con lo que no se sabe cómo lo obtiene y muestra en cada parte de su cuerpo todo lo que brilla, cegada, con la sonrisa mal dibujada, y sin sospechar que ese mismo brillo inexorablemente la opacará en algún momento; la tercera define a una “Persona vestida o maquillada de forma estrafalaria”, como complemento perfecto de quien ha vendido su alma o la tiene vacía; finalmente, hace referencia a quien es un “Muñeco grotesco frecuentemente movido por hilos”, sin duda alguna esto calza como anillo al dedo aunque este no tenga brillo, una real marioneta que baila, que se mueve, bajo el compás de otros intereses ajenos a los del país.
Así andan las cosas “en esta hermosa tierra del sol / donde el indómito Inca prefiriendo morir / legó a su raza la gran herencia de su valor”. Mientras tanto el cielo peruano empieza a nublarse como anuncio de que no se presta al juego sucio de los brillos de fantasía.
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