Fariseos
Discutía hace años con un progresista sobre la “denegación fáctica” y descubrí que el nuevo fariseísmo sabe cómo destrozar el derecho. Aquel decía, sin poder precisar, que las nuevas corrientes del derecho constitucional permiten esa figura. Falso, en realidad fue una invención para disolver el Congreso. No existen presunciones constitucionales, fue una salida política y el Tribunal Constitucional amparó el subterfugio. Lo que salva al expresidente Vizcarra por golpista es la cosa juzgada.
Siempre habrá una forma por la que los fariseos se impongan. La suspensión de la fiscal Patricia Benavides es un ejemplo de lo que es destrozar la probanza. No hay objeto de la prueba, lo que hay son palabras sin corroboración e impresos manipulados. Sin un celular como base material del contenido, la prueba pierde valor y todo debiera volver al estado anterior. Benavides fue suspendida sumariamente y sin sustento probatorio por la Junta Nacional de Justicia, lo que es un quiebre a la institucionalidad y una falta grave. Algunos tontos útiles de la prensa, sin discernimiento jurídico básico, hasta prometen salir a las calles si ella es repuesta; pero como al fiscal Chavarry, siempre habrá de donde tomarla, buscándole cosas nuevas para mantenerla a raya. Fariseísmo y maldad.
Antes, las calles salieron a romperlo todo contra Merino, un presidente legítimo por transición constitucional. “Merino no me representa”, decían los “indignados”, que no vieron que no se trataba de Merino, sino del cumplimiento de la Constitución. Fabricaron sus mártires y trataron de darle valor histórico a lo que era juego de poder.
¿Y qué decir del indulto a Fujimori? Al margen de todo criterio, indulto y gracia forman una potestad presidencial absoluta y concedidos como tales, nada hay más que hacer por un perdón ahora irrevisable. El caso Pativilca se incluye como gracia; en vacío y discusión, in dubio pro reo.
Para variar, Rutas de Lima eleva la tarifa de los peajes como una burla al alcalde y los vecinos. La izquierda, que blasfema de la Constitución (que quiere cambiar), le rinde honores a su régimen económico y a sus contratos pétreos (¡!); lo que no entiende es que el contrato tenía vicios ocultos: la corrupción. Algunos dicen que sin sentencia para la confesa Villarán, los peajes no se pueden mover; pero la santidad del contrato reside en su pureza… ¡Qué más da, Odebrecht manda!
La ladina y “progresista” interpretación del derecho es parte de la gran hipocresía nacional.
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