Feliz Año Nuevo
Los buenos deseos para el año 2024 son moneda corriente en estos días. La oferta de una pluralidad de posibilidades que se inaugurarán los siguientes 365 días genera expectativa e ilusión. En el fondo, en cada fin y comienzo de año, se renueva o, mejor, emerge el anhelo por ser felices. La búsqueda de la dicha, de la plenitud, desde muy larga data, ha jalonado los actos y acciones humanas. En este sentido, decir feliz año expresa más el buen deseo de que las penas, el dolor y la crisis no lo empañen, aunque sepamos que los claros y oscuros son elementos constitutivos del cuadro de la existencia personal. Ambos elementos están presentes en perfecta armonía y ritmo, por eso, el predominio de uno sobre el otro opaca y desdibuja la estética de ese cuadro.
El feliz año declarado por un familiar, amigo o conocido es más bien un desiderátum, una aspiración para que así se despliegue. Sin embargo, corresponde a cada quien concretar esa intención o deseo y llevarlo a buen puerto. El advenimiento de un nuevo año renueva la ilusión por el futuro; y restaura el sentido positivo de tarea. El futuro es la estancia de los proyectos, de las promesas y de los movimientos del timón. El futuro también tiene el encanto de descomprimir la vida, al permitir que su titular tenga la ocasión de recomenzar y reivindicarse ante sí y ante los demás. La condición de mejoría, crecimiento o progreso como posibilidad, confirma la seducción del futuro, tanto así que de no mediar esa atracción, el hoy, el presente, sería una zona de parqueo o un parque de diversiones. Se ingresa al año nuevo con aprendizajes variados y con una experiencia decantada que podrán cooperar en planos y proyectos fijados previamente. Su valoración y recapitulación –con desaprensión y ponderación – ayudará a espigar lo positivo que enriquezca la propia historia y lo negativo que solicite corrección o reconducción.
El futuro es ilusión, esperanza y rehabilitación; por eso mismo, se torna en tarea que no se puede enajenar o dejarla en prenda: porque cada quien tiene que construir escenarios viables con miras a acrecentar sus opciones de elección y pechar con responsabilidad sus consecuencias. El buen deseo formulado por un tercero se convierte en una suerte de exhortación, que solo se hará realidad si cada uno se involucra con realismo e interés en la tarea de su futuro. A propósito, Marina., J.A, (2006) sitúa el éxito de un buen año en lo que él denomina “deberes de construcción” que son deberes derivados de un proyecto o de una meta elegida. Por ejemplo, si se quiere ser un deportista habitual se debe entrenar; si se desea obtener un grado académico, se debe estudiar tres horas al día. Finalmente, puntualiza: “todas las actividades creadoras – la amorosa también – son el despliegue de una libertad que se somete a los deberes de su proyecto”. Las promesas de año nuevo solo serán viables si las asumimos con el compromiso e ilusión de cumplir con los deberes implícitos en ellas.
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