¡Feliz Navidad!
Este saludo que parece rutinario y que pierde su sentido cada año y ahora peor con la pandemia del coronavirus que nos acecha ya hace más de año y medio…, tiene hoy especial significado.
Estamos a puertas de la más grande fiesta del mundo católico. Como todos los años, es necesario recordar y afirmar nuestra fe y amor a Dios y a la Santísima Virgen María.
Es momento de la reconciliación con nuestra propia vida, de hacer un recuento de cada uno de nuestros actos, en pensar cuántas veces hemos dejado de amar a quienes más lo necesitaban, cuántas veces fuimos egoístas. No miremos estas fiestas con el sentido de un festejo más y de llegar a una cena navideña por costumbre…
Roguemos a Dios para que nos permita ver con más claridad el profundo significado de lo que celebramos. El nacimiento del Hijo de Dios, el Niño Jesús que hecho hombre nos dio la más grande y pura muestra de amor al morir por la humanidad y por la salvación de los hombres.
Aprovechemos la Navidad para pedir perdón a quienes hemos ofendido involuntariamente. Vivamos para hacer que nuestras familias sigan siendo lo mejor de la vida misma y que el centro de trabajo sea la continuación de nuestros hogares; hay algo mucho más íntimo en ese sentimiento cristiano, es una fiesta de amor, es el día que en el mundo celebramos en familia lo que Él no ha dado, es el momento que debemos dedicar a una reflexión profunda y sincera sobre cómo somos, para comprender que nuestro derecho termina donde comienza el de otra persona. Es pues la oportunidad de aprender a perdonar y a servir a los demás y esperar solo una sonrisa como agradecimiento y gozar con ello.
Que en cada casa –al margen de las posibilidades económicas de cada familia- que haya un Nacimiento en el que se adore al Niño Jesús recién nacido al tocar los relojes la última de las doce campanadas. Y que esté la familia unida, como el mejor homenaje a Jesús y a lo que Él representa: Paz, Amor, Solidaridad, Perdón, Reconciliación franca y perdurable.
El Nacimiento humanamente armado, amorosamente construido, con latitas forradas y los trigos verdes asomando, reverentes, ante ese cuadro que ningún artista podrá imitar, ante ese cuadro hermoso por el amor sincero que contiene; bello porque allí está la tradición familiar, las manos de la madre, la ayuda de los hijos y la maravillosa imaginación de la nieta, colocando cada figurita, cada imagen, cada juguete creado por la incomparable idea de los niños, imbuidos de un franco y honesto sentimiento de fidelidad a Jesús, de amor a Él.
Lo demás -si lo hay- vendrá por añadidura. Si no lo hay, su falta no disminuirá valor ni fuerza al amor entrañable que todos sin excepción deben demostrar hoy y siempre.
Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad…
¡Feliz Nochebuena!
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