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Fenomenología de la universidad en el Perú

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Fecha Publicación: 24/11/2023 - 21:40
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Leía el informe de educación del pasado mes de agosto, elaborado por el Instituto de Investigación para el Desarrollo y la Defensa Nacional (INIDEN) y firmado por Don Hugo Díaz, y captó poderosamente mi atención el comportamiento de la matrícula universitaria en el año 2021, en la pública alcanzó los 317,000 estudiantes; mientras que la privada ascendió a 932,000 alumnos matriculados. Estas cifras reflejan que la población universitaria es casi tres veces más en el sector educativo privado y me dan pie para compartir algunas consideraciones con usted, amable lector. El imperio del credencialismo es mayor en la universidad que en la escuela: abre mejores oportunidades de empleo. ¿Cuál podría ser la razón por la que los progenitores “renuncian” a un servicio recibido gratuitamente para optar por uno pagado? La pregunta se hace más acuciante aún, cuando se escucha decir que muchos centros de educación superior privados son de pobre calidad: ¿qué imagen proyectan las universidades públicas? En las conclusiones del mencionado informe, Díaz glosa: “(…) la oferta pública seguirá reduciéndose. Es un riesgo que se podría correr de no hacerse mayores esfuerzos para modernizarla y mejorar la calidad de su gestión”. Ese riesgo no es lejano. La miopía es patente: más le interesa al poder político controlar, limitar y sancionar a la iniciativa privada que volverse sobre sus propios servicios. Quien puede cubrir una pensión de S/ 100.00, por ejemplo, si el centro de estudios no le convence, de seguro que tiene varias posibilidades de mudarse a otro. Pero para quien estudia en una universidad estatal –cuando sus servicios son magros– las opciones de cambio son muy limitadas. La mala calidad en un servicio público es un atentado contra la justicia: no se le da al ciudadano lo que le es debido y se le restriega en el rostro la dependencia con el Estado.

Aún más, mirando las cifras, se puede inferir que los colegios pre o parauniversitarios dejarían de ser atractivos de cara a la captación de alumnos. Los exámenes de ingreso, hoy cordiales entrevistas, salvo contadas excepciones, se han colocado en el baúl de las pretéritas usanzas en las oficinas de admisión de las universidades. Si la valla a sortear se ha reducido a la cumplimentación de unos requisitos administrativos, es una gran oportunidad para reconfigurar la identidad o razón de ser de cada institución. La escuela no es primariamente una guardería ni preparatoria para la universidad; por su parte, ésta no es un centro credencialista que certifica que el estudiante está apto para ejercer su profesión. La transición de la secundaria a la universidad tiene que definirse, sobre la base de un diálogo sereno y generoso, entre las escuelas y universidades preferentemente agremiadas.
Por último, es verdad que la universidad goza, en nuestro país, de prestigio. Por tanto, la temperatura intelectual y reflexiva con las casi 100 universidades peruanas, debería estar más caliente. El crecimiento en las matrículas como medio sea bienvenido, el fin de la universidad es amueblar las cabezas con miras a contribuir al desarrollo integral del Perú.

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