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Fenomenología de un día de compras

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Fecha Publicación: 21/04/2023 - 22:00
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La semana laboral llega a su fin. Las familias se disponen a reparar fuerzas a través de un cambio de actividad. Las opciones de descanso y entretenimiento son variadas. Lo cierto también es que, como el horario del fin de semana juega a favor, se procura cumplir con aquellas tareas que el febril y ajetreado movimiento del mundo del trabajo no permite. Una –entre muchas otras– tiene que ver con las compras de la semana en los no pocos establecimientos que una gran capital como Lima ofrece.

Hoy en día, las compras para la semana no son exclusivas de un cónyuge. ¡La inclusión ha llegado a estos lares! En muchas ocasiones, el esposo suele ir de compañía para... repartirse la carga pesada del resultado de las compras. Instalado en mi condición de paje mientras que mi consorte se enfrascaba en las operaciones de compra-venta me aparté de su lado. Ese día, la feria de alimentos invitaba a recorrerla, la variedad de puestos y el entusiasmo de los compradores atraían como el imán al metal.

Un mercado, feria o supermercado, visto de pasada, da la impresión de desorden, pues en su interior las personas van y vienen sin aparente sentido, se cruzan sin cesar al tiempo que con una sonrisa o una disculpa, se hacen llevaderos los roces o tropiezos. Dentro, el panorama es otro. El orden y el sentido lo lleva cada comprador, los movimientos responden a un plan fundamentado en el conocimiento de las necesidades a satisfacer en el propio hogar. Nadie va –no suele ser habitual– al mercado a pasear o a ver qué adquirir. El planeamiento otorga consistencia y eficacia a la tarea de las compras de fin de semana.

Mas el descubrimiento no quedó allí. Una señora cogió un producto, lo tuvo un momento entre sus manos mientras lo palpaba y miraba; sin apartar sus ojos, preguntó al dependiente el precio. A renglón seguido lo dejó y mudó de puesto. Igual faena repitieron otras amas de casa. Con el tacto valoran la calidad, con el oído escuchan el precio y con la vista fija en el producto piensan en las combinaciones, usos y, por qué no, en los gustos de los comensales. No solo tienen –las amas de casa– que velar para que el presupuesto alcance, además verificar la cualidad y hacerse cargo del valor nutricional del producto y encajarlo en cada menú sin descuidar que complazca los diversos gustos –hasta caprichos– de los miembros de su familia. ¡Toda una microeconomía social en el mercado!

De las compras de fin de semana dependen muchas cosas importates: estar bien alimentados para estudiar, trabajar , hacer deporte... y, en general, para el despliegue de una vida buena. Solemos estar más pendientes de la actuación de los poderes del Estado, de las noticias o de cómo fluctúa el dólar, pero olvidamos que las decisiones más importantes se toman en casa. De esas buenas decisiones no mediáticas se nutre la historia y el desarrollo del país. Una gran porción de ellas está en manos de la mujer.

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