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Ficciones indigenistas

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Fecha Publicación: 14/06/2025 - 20:30
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Los mayores enemigos de las culturas ancestrales son los indigenistas oportunistas. Aquellos que han convertido parte de sus vidas en una escenificación ideológica en la que se han apropiado de las supuestas raíces originarias para hacer de ello un fraude social. Es decir, han construido una gigantesca falsedad basándose en tesis imaginarias y fabricadas del denominado mundo andino. Uno de los más célebres es el suponer que existe algo así como una ética andina y para ello, con un engaño superlativo, asumen que las frases morales: ama quella, ama llulla y ama sua, son un ejemplo clarísimo de ello, como si formaran parte histórica de las culturas andinas. Lo cierto es que no hay ninguna fuente científica, ni en ninguno de los textos clásicos del debate sobre lo peruano, de que ello procede de las culturas situadas en los Andes. Lo que más bien está probado es que son unos estrategemas direccionados para cimentar el nacionalismo incaísta y procedente del siglo XIX en particular. Es decir, una ficción.
Sin embargo, a pesar de las pruebas que contradicen ello, se sigue haciendo un uso irresponsable de lo que es a todas luces una mentira atribuida a parte de una de nuestros orígenes como comunidad. Esta lógica es funcional para solventar formas de nacionalismos excluyentes y que tienen una intencionalidad política con la cual, en base a esa quimera, han organizado todo un sistema pérfido de sujeción ideológica. Asunto que se repite en la estrategia de idealización del pasado inca, como una suerte de utopía deseada y urgente, a tal punto que se han creado planteamientos que incluso solicitan, cual imperativo moral, regresar a esas situaciones de convivencia. En esa sublimación, en la misma línea del pensamiento garcilasista que, como táctica de igualación civilizatoria ante Europa, enalteció e idealizó un sistema profundamente vertical y piramidal. Con eso separó a los indígenas de los Incas. Indio e Inca no eran lo mismo. Nadie quisiera regresar a ese mundo romantizado siendo un mitimae o un hatunruna. Todos quieren regresar como Incas o, cuando menos, como parte de una panaca imperial. Sueñan con la borla real y la mascaipacha en sus cabezas, anhelan el cetro cuzqueño. Quieren ser inkarris a todo lugar.
Ese indigenismo mesíanico es el que ha sido difundido y promovido en varios de los centros de debate sobre los puntos de partida culturales del país. Desean el regreso de Pachacutec, con un ser salvador que vengará todos los oprobios. Esperan a un Inca que de vuelta el mundo, mientras tanto, ellos mismos asumen el papel de mensajeros de una buena nueva caprichosamente armada.
Esos seudoindigenistas que predican un ardid y difunden inexactitudes todavía pululan en universidades y en lugares que les permitan usar ello, al fin y al cabo, para sus fines de beneficio personal. En esa farsa planificada, utilizan toda la parafernalia e indumentaria respectiva para hacer más creíble su embuste. Y, esos evangelizadores, son el peligro para todos aquellos que se dedican seriamente, con validaciones científicas, a resaltar el valor de lo andino y la profunda y real significancia de sus aportes culturales para ayudar a entendernos como peruanos. Es clave que los científicos sociales respondan y desarmen esas ficciones que han ocasionado fanatismos y propuestas absurdamente esencialistas.

Por Rubén Quiroz Ávila

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